Fernando, Mauricio (Echarri) y el Ruso (Rago) heredan la representación del futbolista Mario Pitilanga, que juega en un equipo de Santiago del Estero en el Argentino A. La promesa al amigo que ya no está y otras cuestiones que generan la empatía inmediata del espectador, ponen al trío en el camino del negocio del fútbol.Sencillos, con guiños costumbristas, los actores se meten en la camiseta de los tipos de barrio. Peretti y Rago como perdedores natos; Echarri, el abogado que zafó, el único que tiene traje y corbata.
La película se apoya en un relato sólido, bien estructurado, con flashbacks que van ordenando el recorrido que los lleva a Pitilanga. El chico, de escaso talento, no califica como delantero para el mercado de pases, al tiempo que sus representantes ignoran todo sobre el negocio. Sólo aman la camiseta de Independiente y la memoria del Mono.
Las peripecias los llevan a arreglar el apoyo incondicional, por muy buena plata, con el periodista deportivo, un tal Armando Prieto que manipula las listas de titulares de la Primera. Daniel Rabinovich cumple su faena con la gracia que necesita un personaje corrupto hasta el ridículo.
