28.10.2014 - 14:10 /

El fin de la esperanza demócrata

Análisis - Por Arístides Hegoburu | El 4 de noviembre se define el destino de los próximos dos años de la gestión Obama al frente de la Casa Blanca. La posible pérdida del Senado en manos republicanas dejaría al Ejecutivo estadounidense sin iniciativa y en un virtual vacío de poder hasta que en 2016 se vuelva a votar presidente


A una semana de las elecciones de medio término, en la política estadounidense hay una cosa casi segura: el Partido Demócrata va a sufrir una merma en sus escaños de las dos cámaras y hasta tal vez pierda el Senado en manos de sus rivales conservadores del Partido Republicano. La gestión de Barack Obama al frente de la Casa Blanca no logró el reconocimiento de los ciudadanos en materia de política exterior e interior y ahora se enfrenta a un final de mandato en el que parece que estará sin poder de acción.

La gestión Obama no podría estar peor posicionada para estas elecciones. En el frente externo, se enfrenta al accionar de los milicianos del Estado Islámico (EI) que avanzan por Medio Oriente mientras arrasan el territorio sirio e iraquí. Por una parte, los EEUU abandonaron Irak en 2011 en cumplimiento de una promesa de campaña de llevar de vuelta las tropas a casa y dejó atrás un país desangrado por las luchas sectarias que estimularon el crecimiento de grupos islamistas sunníes radicalizados. En Siria financió a los grupos opositores a Bashir al-Assad que no lograron derrocarlo y que ahora se unen a las filas islamistas.

Obama tampoco puede lidiar con la crisis del ébola; la inmanejable situación en Ucrania que propició directamente en manos de su secretaria adjunta de Asuntos Europeos, Victoria Nuland; y el rebrote del enfrentamiento con Rusia y China que por ahora es una reedición de lo que fue la Guerra Fría con un final todavía incierto.

En el plano interno, el Partido Demócrata se enfrenta a los efectos de la recesión económica que desde 2008 afecta a la economía norteamericana. Luego de un tibio crecimiento, los efectos aún no son sensibles en la mayoría de la población que sigue esperando una respuesta más contundente del gobierno en la creación de empleos y menos beneficios para las clases altas que nunca sintieron la crisis.

Por su parte, la minoría hispana (bastión demócrata por excelencia) se encuentra desilusionada por la falta de la aprobación de una reforma migratoria que detenga de una vez las deportaciones masivas. Empantanado en una Cámara de Representantes republicana, Barack Obama se ve imposibilitado de pasar la ley a la vez que no detiene la devolución de hispanoamericanos a sus países de orígen. También se enfrenta al fracaso de su reforma sanitaria que logró ser aprobada pero con muchos matices y bastante alejada de la original que tenía la simpatía del electorado demócrata.

El panorama no es fácil para Obama. Los 21 escaños en el Senado que se juegan los demócratas compiten con 15 de los que vencen su mandato de los republicanos y vienen de la misma elección en 2008 en que Obama fue elegido por primera vez como Presidente. Con un Tea Party (rama radical republicana) en retroceso, el Partido Republicano aspira a convencer al electorado de que son una alternativa a esta gestión en la Casa Blanca a la que culpan por la pérdida de grandeza y de hegemonía en el mundo.

Con enemigos adentro y fuera del partido, Obama es testigo de la disolución de la gran “esperanza” que representó en 2008 como alternativa a la política norteamericana tradicional. Ya sin la Cámara de Representantes, la pérdida del Senado puede llegar a ser el fin de su capacidad de maniobra y el comienzo de un gobierno en piloto automático hasta las presidenciales de 2016.

* El autor es coeditor del blog Mundo Saigón.