El viaje de Macri a China comporta varias novedades en cuanto a la estrategia de inserción internacional del gobierno de Cambiemos, pero pocas novedades en cuanto a proyectos concretos respecto de lo que venía negociando el gobierno anterior.
La estrategia inicial del gobierno era el alineamiento con Estados Unidos y su dispositivo de tratados de libre comercio y Alianza Trans Pacífica en un contexto de recuperación económica mundial liderada por la gran potencia que redundaría en grandes inversiones de ese origen hacia Argentina.
Los errores de diagnóstico, el cambio del escenario estadounidense con la victoria de Donald Trump, alejaron al gobierno de su perspectiva inicial.
Los principales capitales dispuestos a invertir en el mundo en la actualidad (y en argentina en particular) son los chinos, y lo hacen con financiamiento muy conveniente. Esa realidad que había entendido el gobierno anterior aparece ahora como una necesidad del actual que hizo de su relación con el mercado un argumento político que traería beneficios con sus votantes.
Lo que se dice poco es que estas inversiones son en gran parte de empresas estatales chinas, que se rigen más por cuestiones estratégicas que por virtudes de “mercado”, y que estas inversiones se dan en un marco geopolítico de disputa por los recursos naturales en América Latina.
No sería la primera vez que a pesar de fuertes diferencias ideológicas se da una continuidad en relaciones extracontinentales con países que no son del gusto de los Estados Unidos. Una comparación posible es la relación comercial de Argentina tuvo con la Unión Soviética en los años setenta, que prosiguieron y se incrementaron durante la dictadura militar pero que había fomentado el gobierno peronista, en especial el ministro de economía Gelbard, como una salida posible para las exportaciones de granos.
