22.02.2018 / Opinión

Los tiempos del Chino

En una nueva época de presos políticos, una anécdota que se convierte en análisis sobre el factor tiempo en los procesos políticos.

por Carlos Figueroa




De todas las detenciones que se produjeron en el último tiempo contra funcionarios del gobierno anterior, la que más me impactó fue la del Chino Zannini. No porque fuéramos amigos, tampoco compañeros cercanos pero por esas carambolas de la política compartí con él varios encuentros en el quincho de la casa de un viejo militante. En realidad no se trataba de un quincho sino de una vieja carpintería que, con buenos arreglos y una linda decoración, se había convertido en lo que el anfitrión llamaba “Pulpería La Estrella Federal”. Nunca entendí del todo por qué terminé como integrante de esos encuentros de no más de 7 u 8 personas, ni tampoco cuál era el motivo por el que los otros lo integraban, pero siempre sentí un enorme privilegio de poder ser parte.

Cada encuentro, que consistía en almorzar y charlar de política hasta el atardecer, contaba con la presencia de algún invitado especial, un "notable" que venía a compartir la velada con nosotros y contarnos “cómo venía la mano" en los principales temas de coyuntura. Por nuestro lado, tratábamos siempre de sacarle el mayor jugo posible y evacuar esos interrogantes cuyas respuestas nunca están en los diarios.

De todos los invitados, el que más veces vino, el que más tiempo se quedaba y el que más disfrutaba de esos encuentros era Carlos Zannini. En cada encuentro estiraba la retirada lo más que podía. "La Vasca me va a matar", decía con la sonrisa picarona de quien sabe que ese momento vale cualquier escaramuza matrimonial.

En uno de esos encuentros salió la discusión sobre el factor tiempo en los procesos políticos y el Chino me derrumbó en cinco minutos una esas ideas tan repetidas en nuestros ámbitos de militancia. Palabras más, palabras menos la idea era que "el tiempo está de nuestro lado", que "nosotros que somos jóvenes tenemos 30, 40 años de militancia por delante" y que los poderes concentrados que estaban perdiendo privilegios necesitan apurarse, pero “nosotros que damos la disputa política tenemos tiempo de sobra para lograr las transformaciones necesarias".

Frente a esta idea, Zannini fue lapidario. “El tiempo nunca está del lado de la política y mucho menos de los proyectos populares”, afirmó.

Por un lado, el paso tiempo marca límites formales-institucionales a los proyectos políticos. Estos ponen en juego su representación ante cada elección y si tuvieron la suerte de haber alcanzado la máxima representación de un país, la mayoría de las democracias "modernas" establecen límites constitucionales a los liderazgos políticos, prohibiendo por ejemplo que un mismo presidente, pese a reunir la adhesión mayoritaria de la gente, pueda ejerce más de uno o dos mandatos de manera consecutiva.

Por su parte, a los poderes establecidos el paso del tiempo no los afecta, por eso son establecidos. Si un gobierno no les gusta, sólo tiene que esperar a que llegue la próxima elección y que su oponente político llegue lo más debilitado posible a esa instancia. Además, la historia demuestra que a veces ni siquiera tienen que esperar hasta ese momento para sacarse la piedra del zapato.

Por otro lado, el paso del tiempo también marca límites biológicos a los proyectos políticos, proyectos que en su mayoría son liderados por hombres y mujeres que, indefectiblemente, el tiempo debilita y finalmente se los lleva. Los poderes concentrados, por su parte,  vendrían a ser algo así como son los artistas para Enrique Pinti. “Pasan los años, pasan los gobiernos, los radicales y los peronistas, pasan veranos, pasan inviernos”, quedan los poderosos.

Los fallecidos expresidentes venezolano y argentino, Hugo Chávez y Néstor Kirchner (entonces titular de la UNASUR), y el exmandatario brasileño, Lula da Silva, hoy perseguido por la justicia, en la Plaza Bolívar en Caracas el 6 de agosto de 2010
Los fallecidos expresidentes venezolano y argentino, Hugo Chávez y Néstor Kirchner (entonces titular de la UNASUR), y el exmandatario brasileño, Lula da Silva, hoy perseguido por la justicia, en la Plaza Bolívar en Caracas el 6 de agosto de 2010


La historia del Chino es el ejemplo más cabal de que su afirmación era correcta. Los mismos poderes que lo pusieron en prisión en sus años de juventud, hoy lo privan de nuevo de su libertad, echando mano a un poder judicial cada día más alejado de la idea de justicia. No hay respuesta al pedido de Zannini de explicar en derecho su detención. Ni el profesor menos garantista de la Facultad de Derecho se animaría a justificarla.

Dicen que el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo. Y los intereses que enfrentó Zannini y hoy lo privan de su libertad, están plantados en Argentina desde mucho antes que el Chino jugara a la pelota en algún potrero de su Córdoba natal.

Evidentemente, los mecanismos institucionales conocidos hasta el presente ya no son efectivos para evitar los ataques de estos poderes que, diversificados en lo económico, lo mediático y lo judicial, debilitan nuestro sistema democrático en su conjunto. Quedará como desafío para el futuro pensar caminos de transformación que resguarden el bienestar del sistema y que, más allá del paso del tiempo, no tengamos que volver a hablar de presos políticos en Argentina.
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