03.02.2016 / Opinión

Los hermanos sean unidos y el que esté libre de pecados que tire la primera piedra

Análisis y opinión sobre la situación actual del peronismo, luego de la derrota en las elecciones.

por Mario Bertellotti




Ante la derrota electoral que sufrimos a nivel nacional y en algunas provincias y municipios estratégicos y ante la brutal ofensiva que desde esos gobiernos están llevando adelante quienes ganaron, creo más que nunca, que se hace imprescindible adoptar como guía de conducta presente y futura, el consejo de Martín Fierro: “los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera”. Así como la enseñanza de Jesús, para analizar por qué no logramos ganar y seguir gobernando: “el que esté libre de pecados que tire la primera piedra”.
 
Porque tenemos que ser conscientes que, cuando se gana, ganamos todos los hermanos que nos sentimos parte de la cultura política nacional y popular que tiene al peronismo como su núcleo articulador; pero a la que también dan vida otras expresiones de origen radical, desarrollista, socialcristiano, de izquierda nacional, etc., abarcando una amplia diversidad que va desde el conservadorismo popular al progresismo nacional. Y que cuando se pierde, no gana nadie, perdemos todos los hermanos que nos identificamos de una u otra forma con lo nacional y popular en su amplia diversidad.
 
Por ello, contradiciendo lo que muchos compañeros creen, razón por la cual se satisfacen acusando o exculpando de la derrota a tal o cual dirigente según sean sus simpatías o antipatías, los derrotados no fueron solamente Daniel Scioli y/o Cristina Kirchner, ni siquiera el “peronismo” y/o el “kirchnerismo”.
 
Creo que el problema es de mayor dimensión: los derrotados fueron la nación y el pueblo argentino en la aspiración de continuar su desarrollo buscando más soberanía política, más independencia económica y más justicia social, tal como ocurrió en los últimos doce años.
 
Y con ello, también fue derrotada la iniciativa de construir una unidad continental industrial de América del Sur que esté puesta al servicio de una integración universal de la civilización, organizada a su vez en beneficio de la felicidad de los pueblos de cada una de las naciones de todos los continentes; tal como la soñó el General Perón en el pasado y en la actualidad la impulsa el Papa Francisco.
 
Porque el que ganó es Mauricio Macri, una máscara política que logró ser percibida por poco más de la mitad de los argentinos como un cambio que expresaba algo nuevo; pero que en realidad es la reencarnación genuina de la vieja cultura política liberal conservadora argentina, la que representa los intereses de los grupos económicos y mediáticos concentrados nacionales e internacionales, ya que con ese perfil formó su gabinete y está gobernando.
 
Y estos intereses quieren que Argentina vuelva a ser rápidamente una neocolonia desindustrializada y socialmente injusta que, dándole la espalda al proyecto de unidad continental industrial sudamericana, se reinserte en la globalización que la alianza anglo norteamericana gestiona en beneficio de las elites de las naciones de los diversos continentes. Volviendo para ello a la especulación financiera y al endeudamiento externo y firmando acuerdos de libre comercio con los grandes centros industriales dominantes y emergentes para ofrecer lo único que le quedará al país en esas condiciones, sus productos primarios.
 
Como creo que ésta es la verdadera dimensión estratégica del problema -que el proyecto de una nación pensada y organizada desde adentro hacia afuera ha sido reemplazado por el proyecto de una neocolonia pensada y organizada desde afuera hacia adentro- es que considero que el “pase de facturas” mutuas entre dirigentes y cuadros militantes es una mirada solo de dimensión táctica que no lleva a nada, salvo a debilitar a nuestro frente nacional y popular y a fortalecer al gobierno conservador liberal, en la medida en que cada uno que critique adjudique el fracaso al otro y se ponga afuera de las responsabilidades; cuando, insisto, las causas del fracaso involucran a todos, a cada uno en distinta manera, porque no hay nadie que esté libre de pecado.
 
Más allá de la válida opinión personal que cada uno de nosotros tenga sobre las causas de la derrota electoral en el plano nacional y en las provincias y municipios donde no se ganó, que son múltiples y se deben analizar con calma en cada uno de los casos; tratemos de hacer esa reflexión en forma constructiva desde el lugar que ocupemos en el dispositivo del frente nacional y popular.
 
Pero, al calor de esa reflexión, aboquémonos a lo central: a gobernar lo mejor posible, desde la concepción nacional y popular en los municipios y provincias donde seamos gobierno; y a responder, organizados lo mejor posible como oposición nacional y popular al conservadorismo liberal, allí donde seamos oposición, en primer lugar a nivel nacional, cuestión que es estratégica. Porque solo así reuniremos la fuerza que se necesita para poder frenar la brutal ofensiva que lleva adelante el neoliberalismo, en todos los frentes de gestión y en todos los territorios.
 
Al ritmo de ese proceso político que requiere ejercer la oposición y gobernar donde corresponda, no permitamos que ninguna vanguardia militante, del perfil que sea, “progresista”, “kirchnerista”, “peronista”, “conservadora”, “intelectual”, “territorial”, “generacional”, “política”, “sindical”, “ciudadanos empoderados”, etc., por encima del pueblo argentino como colectivo, se arrogue el derecho a juzgar por sí cuales han sido las responsabilidades que tuvieron los dirigentes que ejercieron las máximas responsabilidades en la gestión de estos doce años y en la campaña electoral. Por el contrario, dejemos que sea el pueblo argentino, en el curso del devenir histórico futuro, quien termine finalmente haciendo el balance de los aciertos y errores de conducción que tuvieron ellos.
 
Me refiero específicamente a Cristina y a Daniel, respectivamente. Porque nadie puede negar que ella detenta el mayor liderazgo popular y continúa concitando el afecto y el apoyo de la mayoría de los votantes y de los militantes del Frente para la Victoria, máxime después del multitudinario y emotivo acto del 9 de diciembre en la Plaza de Mayo; y que él terminó la campaña, más allá de no ganar, fortalecido en la consideración de los votantes y de los militantes del FPV y de los que agregaron su respaldo en la segunda vuelta.
 
Por esta razón es que, para tener futuro como peronismo y frente nacional y popular, para no fracasar en el intento ante la brutal ofensiva neoliberal, la opción no debería plantearse nunca como Scioli versus Kirchner o Kirchner versus Scioli dentro del FPV, como azuzan algunos siguiendo sus respectivas preferencias; sino Cristina más Daniel o Daniel más Cristina según sean las simpatías, porque esto permitiría mantener aglutinado el voto de la primera vuelta, condición necesaria para aspirar a seguir convocando a los votantes de la segunda vuelta; máxime si tenemos en cuenta las legítimas aspiraciones de liderazgo sobre este mismo universo de votantes que ya han hecho públicas otros dirigentes de adentro del FPV y de afuera del mismo; porque la realidad nos muestra que existen liderazgos populares aglutinantes, pero no un liderazgo que, trascendiendo el FPV pueda totalizar a toda la enorme diversidad política, social, económica, cultural, territorial, generacional y de género que da vida al peronismo en particular y al frente nacional y popular más amplio, que éste puede articular en un arco que va del conservadorismo popular al progresismo nacional.
 
Porque tengo esta mirada, considero que los dirigentes y militantes peronistas del FPV deberíamos hacer el esfuerzo de convocar al peronismo que está afuera del mismo. Pero, por dos razones fundamentales, deberíamos hacerlo procurando conservar siempre, a rajatabla, la unidad de la densidad electoral del casi cuarenta por ciento que obtuvimos en la primera vuelta. La primera razón es porque los dirigentes y militantes a los que potencialmente podríamos convocar, reunieron en esa oportunidad la mitad de los votos que nosotros. Y la segunda, porque se trata de procurar la “unidad del peronismo” para hacer una “oposición real” a Macri, no una “oposición consentida funcional” a él, como pretenden muchos de los dirigentes que podrían ser convocados. Máxime cuando Macri se manifiesta, no como el republicano dialoguista abierto a construir políticas de estado que prometió ser durante la campaña electoral, sino como el neoliberal duro que gobierna para los ricos, perjudica a los asalariados, jubilados y pequeños y medianos empresarios, despide empleados públicos por motivos ideológicos, restringe la libertad de expresión, reprime la protesta social y encarcela dirigentes, aumenta la coparticipación de la Ciudad de Buenos Aires discriminando a las provincias y avasalla el poder del Congreso de la Nación, entre otras atrocidades institucionales.
 
Por todo ello pienso que, si no somos capaces de mantenernos unidos buscando ampliar la unidad, no podremos estar a la altura de las expectativas que tienen sobre nosotros como oposición real nacional y popular a Macri: el casi cuarenta por ciento de los argentinos que votó a Scioli en la primera vuelta; la casi mitad que lo votó en la segunda vuelta y estuvo a un tris de darle el triunfo; y los cientos de miles de argentinos que, entre el lapso que transcurrió entre la primera y la segunda vuelta, abandonaron el rol de espectadores para asumirse cada uno de ellos en protagonistas de la campaña del FPV; así como una parte de los que votaron a Macri, asalariados, jubilados, profesionales o emprendedores pequeños y medianos que, creyendo en su mensaje engañoso lo votaron, que ahora comienzan a ser perjudicados por las decisiones que va tomando.
 
En ese sentido sería conveniente que hagamos nuestros los consejos de Francisco, para tratar de no defraudar a los argentinos que creyeron en el mensaje nacional y popular y a los ciudadanos que decidieron pasar de espectadores a protagonistas, los que al decir de Perón decidieron “sacar el bastón de mariscal que llevan en la mochila” y al decir de Cristina decidieron “empoderarse”, lo que es lo mismo; así como a los que comienzan a arrepentirse de haber votado a un gobierno que se manifiesta rápida y brutalmente como neoliberal.
 
Tendríamos que poner en práctica entonces, entre los compañeros de la diversidad peronista y la nacional y popular más amplia, la “cultura del encuentro” que Francisco recomienda, tomando como guía cuatro premisas que también aconseja y que marcan su conducta: “el tiempo es superior al espacio”; “el todo es superior a las partes”; “la unidad prevalece sobre el conflicto”; “la realidad es más importante que la idea”.
 
Porque si nos dedicamos a la interna, la disputa por el espacio prevalecerá sobre el tiempo que se necesita para madurar la crisis y la renovación, las partes serán entonces superiores al todo y el conflicto prevalecerá seguro sobre la unidad tratando cada una de las partes de imponer sus ideas sobre la realidad. Pero la realidad nos mostrará peleados a todos con todos y entonces se verificará lo que dice el refrán popular: “de buenas intenciones está empedrado el camino hacia el Infierno”.
 
Seríamos así una oposición dividida, testimonial y funcional a Macrí, quién será el instigador y árbitro de nuestros desencuentros, usando el poder extorsionador de los presupuestos estatales, de los medios de comunicación concentrados y de la corporación judicial que lo respaldan.
 
Reitero, la mitad de los argentinos que nos votó y los que se van arrepintiendo de su voto a Macri, esperan de nosotros que mantengamos la calma y las convicciones nacionales y populares como oposición organizada real al gobierno conservador liberal. No que nos destrocemos en un pase de facturas ineficaz. Esto último es lo que los enemigos de la nación y el pueblo argentino esperan que hagamos para poder despedazarnos.
 
En el mes de mayo próximo, porque así lo determina la justicia electoral, corresponde que se renueven las autoridades nacionales del Partido Justicialista, caso contrario la herramienta electoral nacional del peronismo podría ser intervenida.
 
Hagamos de ésta necesidad, virtud y oportunidad. Militemos con espíritu de unidad en la diversidad peronista para darle al PJ la conducción nacional que necesita para ser una herramienta política sólida y eficaz, al servicio de la articulación del frente nacional y popular opositor real al gobierno conservador liberal.
 
La militancia que ha sacado su bastón de mariscal de la mochila y se ha empoderado, quiere participar y ser protagonista de la construcción política. Abramos la afiliación masiva -con transparencia en la recepción de fichas en cada una de las juntas electorales de nivel distrital y nacional- para canalizar así la vocación de participar en la reorganización del peronismo y del frente nacional y popular más amplio que articula.
 
Un PJ a nivel nacional, provincial y municipal, que se abra a la participación de quienes quieran afiliarse, expresará mejor a la diversidad política, social, económica, cultural, territorial, generacional y de género que da vida al peronismo y al frente nacional y popular.
 
Si esto ocurriese así, sería una gran contribución a que podamos hacer los mejores gobiernos municipales y provinciales posibles de perfil nacional y popular, allí donde seamos gobierno; y a organizar una eficaz oposición nacional y popular real al neoliberalismo a nivel nacional y en las provincias y municipios donde seamos oposición.
 
Esta contribución en el plano partidario, no debería ser excluyente de otros aportes imprescindibles, que se deberían llevar también a cabo en los respectivos ámbitos sociales y políticos que corresponden a la organización de los trabajadores y de los pequeños y medianos emprendedores.
 
Tengamos en cuenta los consejos de Perón para encarar este proceso de renovación partidaria en particular y de organización del peronismo como expresión diversa movimientista más amplia que el partido, así como del frente nacional y popular, aún más amplio y diverso todavía: “en política, lo perfecto es siempre enemigo de lo bueno”; “la política, a pesar de que en ella hay algunos intransigentes, es un juego de transigencias. Se debe ser intransigente sólo en los grandes principios. Hay que ser transigente, comprensivo y conformarse con que se haga el cincuenta por ciento de lo que uno quiere, dejando el otro cincuenta por ciento a los demás“; “se conduce sobre el desorden, el que quiere conducir el orden fracasa”; “se vence con inteligencia y organización”.
 
Con esa guía y practicando la cultura del encuentro entre compañeros, dejemos de mirar para el costado, enfocándonos en lo que tenemos enfrente tratando de articularnos solidariamente. Con ese espíritu militante, recompongamos una estrategia que no debe pasar por defender al “peronismo” y/o al “kirchnerismo” en sí mismo, sino a la nación y al pueblo argentino de la depredación de las elites globalizadoras a las que Macri está asociado.
 
Porque el peronismo continuará existiendo como movimiento nacional y popular, en la medida en que se haga cargo de las necesidades reales de la nación y el pueblo argentino. Caso contario, el peronismo se reducirá y fracturará en dos o más partiditos testimoniales, opositores funcionales al gobierno conservador liberal, en tanto destinados a transitar en el estrecho marco que traza el liberalismo: ya sea como variante conservadora o “retardataria”; o como variante progresista o “apresurada”, al decir de Perón.
 
Seamos conscientes entonces que, no habrá verdadera práctica peronista, verdadera encarnadura peronista más allá de los hermosos discursos “peronistas” y/o “kirchneristas” que hagamos si, como dicen nuestras 20 Verdades, no ponemos: “primero la Patria, después el movimiento y por último los hombres”, teniendo bien presente que “el peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular y, por lo tanto, no es peronista”, porque “el peronista trabaja para el movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo, o a un caudillo; lo es sólo de nombre”. Y esto, válido universalmente para todos, sin excepción, porque no hay nadie libre de pecados.
 
Hagamos entonces todos el esfuerzo político de mantenernos unidos como hermanos, respetándonos y reconociéndonos como compañeros en la diversidad política, social, económica, cultural, territorial, generacional y de género, peronista en particular y nacional y popular más amplia, organizando una oposición real a Macri, no construyendo una oposición funcional a él.
 
Solo así vamos a poder defender con eficacia los intereses de la nación y el bienestar del pueblo argentino, que están siendo vulnerados en forma acelerada por un gobierno que es instrumento de la depredación globalizadora de las elites que tienen como meta explicitada en pocos días de gestión: volver a satelizar a la Argentina y re endeudarla; enriquecer aún más a los ricos; empobrecer a los asalariados y jubilados y aumentar la desocupación; concentrar y extranjerizar la economía y dejar librados a su suerte a los pequeños y medianos emprendedores nacionales; avasallar el poder legislativo en la medida en que no tenga allí mayoría; someter presupuestariamente a las provincias y municipios que no gobierna; dominar completamente al poder judicial; e instaurar un unicato comunicacional que justifique todas estas tropelías contra la nación y el pueblo argentino.
 
Máxime, cuando éste gobierno conservador liberal, con el respaldo del unicato comunicacional que está instaurando, enmascara su práctica con una eficaz cobertura discursiva y publicitaria “duranbarbista” cínica, que invierte el sentido de las palabras: cuando dice “unión de los argentinos”, es “venganza, persecución y encarcelamiento de los opositores”; cuando dice “pobreza cero”, es “brutal transferencia de ingresos desde los asalariados, jubilados y pequeños y medianos emprendedores, hacia los grupos empresarios concentrados nacionales e internacionales”; cuando dice “asegurar la división de poderes, la independencia de la justicia y el federalismo”, es “avasallamiento  del poder del Congreso de la Nación para nombrar por decreto jueces adictos en la Corte Suprema, derogar por decreto leyes que le molestan y modificar por decreto la coparticipación federal en beneficio de la Ciudad de Buenos Aires”. Es decir, hace todo lo contrario de lo que afirma discursiva y publicitariamente.
 
Esta unidad de hermanos que aconseja Martín Fierro es lo que la nación y el pueblo argentino espera que hagamos como oposición real, madura y organizada, para poder defender en forma efectiva sus intereses.