16.05.2018 / Mano a Mano

Sergio Morresi: “En el Gobierno están presentes las formas en las que se despliega el neoliberalismo”

El co-autor del libro "Mundo PRO" cuestionó la práctica del macrismo de prometer futuro y decir que "no hay otra". En una entrevista profunda, analiza la gestión a nivel nacional y la reacción ante la crisis cambiaria de las últimas semanas.

por Nicolás Tereschuk




Sergio Morresi es doctor en Ciencia Política por la Universidad de São Paulo, investigador del CONICET y se desempeña en la Universidad Nacional del Litoral. Desde hace más de una década estudia el liberalismo, el neoliberalismo y las agrupaciones políticas de derecha en la Argentina. Escribió el libro “La nueva derecha argentina y la democracia sin política” (2008), compiló junto a Gabriel Vommaro en 2011 “Saber lo que se hace. Expertos y política en la Argentina” y también con Vommaro y Alejandro Bellotti escribió “Mundo PRO” (2015).


"La crisis lo agarró de sorpresa al Gobierno. Estaba descansando en que podía hacer todo, solo incluso dentro de la coalición
Sergio Morresi



“Antes del anuncio sobre el Fondo Monetario Internacional también dijeron que este sacrificio va a valer la pena. Es la idea de que no hay otra que esta”, sostuvo al analizar el discurso en diálogo con Política Argentina.
   
Morresi advirtió que en los dos años de gestión nacional de Macri, el sector al que denomina “PRO puro”, liderado por el jefe de Gabinete, Marcos Peña, muestra “mucha más cerrazón que la que tuvieron siempre hacia la política tradicional”. Y destacó que el macrismo sueña con poder darle forma a “una sociedad de emprendedores”.
 
A continuación, los tramos principales de la charla que el co-autor de “Mundo PRO”.

  Vimos esta semana un escenario que el gobierno no había previsto y una reacción que terminó con la vuelta al FMI, ¿te parece que es algo nuevo?   
La crisis lo agarró de sorpresa al gobierno. Estaba descansando en que podía hacer todo solo incluso dentro de la coalición. Porque cuando digo gobierno me refiero al PRO básicamente. Estaba jugando a hacer todo solo y quedó pedaleando en el aire. Además de una crisis económica es una crisis política para la coalición misma. Sobre todo con el radicalismo que venía exigiendo más lugares al PRO y el anuncio de la salida de Emilio Monzó. Había como una cerrazón en base a una línea de lo que ellos llaman los “Pro puros” y que lidera Marcos Peña.
 
¿Te parece que eso puede cambiar ahora?
 
Quizás. Pero también cuando a uno lo golpean la tendencia es más bien a cerrarse, no a reconocer el error. Cómo va a desembocar esto no sabemos pero sí me parece que hay que hacer mucho hincapié en que no es una crisis apenas económica. Claramente no es una crisis solamente externa, ha sido admitido hasta por los propios funcionarios. Es una crisis económica que deviene de su propia política, de no haber podido negociar con la oposición, con los propios miembros de la alianza las señales que daban al mercado.
 
Recién hablabas de los ‘PRO puros’. Si vos tuvieras que contarle a alguien qué es lo que hay adentro del PRO en el Gobierno, ¿quién es el elenco que está gobernando?
 
El PRO cuando se fundó tuvo dos patas: una de partidos políticos tradicionales, con gente que viene del peronismo, el radicalismo, la derecha y otra pata que era lo que ellos llaman el ‘PRO puro’, quienes vienen de ONGs y empresas. Uno imaginaba cuando ganaron el gobierno nacional que iban a meter a los que venían de la política al gobierno. En una apuesta, que también era entendible en ese momento, dijeron: no, esos van a ir a la provincia de Buenos Aires, donde la negociación política es más dura, más necesaria, más importante porque es el terreno a mantener. Y los PRO puros se quedan a nivel nacional.

 En todo gobierno hay disputas por el poder, es inherente a la actividad. ¿Cómo se dirimen esas disputas en esta gestión?
 
Hoy es muy difícil que te cuenten esas cosas. Siempre hubo una mesa chica que no cambió demasiado, sólo se incorporó María Eugenia Vidal por razones obvias. En esa mesa chica cobró mucha importancia Marcos Peña aunque siempre la tuvo porque estuvo desde el principio con Macri. La entrada de (Mario) Quintana y (Gustavo) Lopetegui le da más fuerza no sólo a Peña sino a una cierta visión de la política. Lo normal es que haya internas porque hay apetencias de poder pero acá yo veo más la idea de imponer ciertas visiones, no candidatos.
En ese punto yo lo veo distinto al tipo de interna tradicional al que estamos acostumbrados.

¿Cuál pensás que son los roles ahí en esa mesa? ¿Qué hace Macri, qué hace Peña, hacen lo mismo?
 
No, hacen cosas distintas porque Macri, según algunas entrevistas que hicimos para el libro hace algunos años, no suele hablar mucho. Más bien escucha y finalmente toma la decisión después de haber escuchado posiciones. Por supuesto cuando toma la decisión es inapelable.
 
¿Y Peña?
 
Creo que es el más político de los PRO puros: quiere ganar elecciones. Y quizás sea el único al que le interesa en un futuro una candidatura propia de ese grupo que rodea a Macri. Porque después hay que contar a Rodríguez Larreta, que si bien viene de la militancia política también forma parte de la mesa chica y es un hombre con aspiraciones.
 
¿Ves alguna diferencia en el PRO cuando está en campaña y cuando no está en período electoral?
 
En el momento de la campaña son un partido ordenadísimo. A la hora de gobernar, sobre todo cuando tenés esta idea de gobernar por partes, es inevitable que no funcione como una maquinita. Si el país estuviera en mejores condiciones económicas y sociales por ahí sería otra cosa. Lo voy a poner en términos crudos: si vos tenés un estallido social, ponés mucho gasto social. De hecho es un gobierno que tiene un gasto social enorme, depende cómo lo contabilices pero por lo menos al mismo nivel del anterior. Ahora, eso choca con el ansia de reducir el déficit público. Y esos tironeos no tienen que ver con el PRO como partido sino con la situación en la que están.
 
Hay algunas lecturas que ven en el gasto social, por ejemplo, un indicador de que estamos frente a un nuevo tipo de derecha, ¿compartís eso?
 
Creo que es una nueva derecha un poco por ellos mismos y otro poco por la historia de la Argentina. De los 90 para acá en todos los ámbitos políticos y sociales el neoliberalismo empieza a cercar la sociedad argentina con una terapia de shock. Vivida y expuesta así: cirugía mayor sin anestesia, como dijo Menem. Eso tuvo efectos no sólo en términos de una crisis sino que la gente fue incorporando comportamientos y formas de mirar el mundo. La sociedad se volvió más individualista incluso en momentos de crisis donde se pensaba en asambleísmo, el neoliberalismo no se olvidó. El neoliberalismo que viene ahora no es un neoliberalismo salvaje porque lo salvaje ya fue hecho. Entonces vos no necesitás una cirugía mayor sin anestesia. Podés hacer cirugías más pequeñas donde dañes un poco menos. Me parece que una derecha más “compasiva”, como se dice en Estados Unidos, es más posible porque ya está enraizado algo que antes no estaba. Por otro lado te diría que ellos mismos no se reconocen como de derecha: pero los pocos que lo hacen te dirían que son una nueva derecha porque quieren ganar elecciones.
 
¿Qué te pareció el debate intelectual sobre si había o no una “nueva derecha”?
 
Yo no quise publicar en estos dos años a partir del debate sobre el artículo de (José) Natanson. Me parece que en las plazas se cantan muchas cosas. En los 80 yo cantaba que se muera Alsogaray, ahora si yo tenía la oportunidad de matar a Alsogaray no lo iba a hacer. Hacer de consignas que se cantan contra el macrismo un análisis político es un error grave. Es una derecha democrática porque juega a la democracia, quiere ganar elecciones. Lo que hacía la vieja derecha argentina era tratar de poner un ministro o un equipo y sino apostar al golpe. Ahora están haciendo una cosa distinta: ganar elecciones y hacer toda la agenda posible en la medida en la que les permita ganar elecciones. Porque eso también te pone en otra situación. Si vos querés ganar elecciones el estallido no lo podés soportar. Ahora, vos podés hacer eso de diversas maneras: con gasto social, con la mejora en la eficiencia de ese gasto. Y también con algo más de represión, que es algo a lo que la derecha le tiene menos miedo. Hay que tomar todo el panorama sino parece que no hay diferencia entre la nueva derecha y el progresismo. Y sí la hay.
 
Algo que llama la atención es que cuando se plantea la opción entre algo más moderado y algo más duro muchas veces Macri se inclina por lo más duro. La idea de que Macri es el jefe del ala dura, ¿vos lo ves así?
 
Creo que Macri es mucho más duro incluso que la mayoría de lo que llamamos el PRO puro. Tiene que ver con cierta visión del mundo y de que hay una forma correcta de hacer las cosas que es la forma que él vino a traer. Cuando escribimos el libro junto a Gabriel Vommaro una cosa que me interesaba preguntar era qué tan cercanos se sentían sus dirigentes a la democracia. Un 90 y pico por ciento estaba a favor de la democracia cosa que en un partido de derecha en Argentina era raro. Y ahí preguntábamos qué es la democracia y la mayoría tenía una definición más bien formal: un sistema para elegir quién gobierna. Un poco una idea reflejada en lo que dijo el gobierno de Cristina “armen un partido y ganen las elecciones”. Eso es una idea de la democracia poco republicana ya que es un partido que se llama Propuesta Republicana. En ese punto Macri tampoco es muy diferente de otros líderes políticos. Lo que pasa es que al tener una alianza y un partido bastante heterogéneo hacia adentro él claramente queda muy expuesto en su dureza. También diría lo siguiente: buena parte de los miembros del PRO e incluso simpatizantes del PRO suelen ser mucho más duros de lo que se suele pensar. Siempre pongo como ejemplo cuando Macri propuso mantener la AUH y Aerolíneas mucha de la gente que estaba en el público gritó “¡no, no!”.
 
¿Qué visión de sociedad tienen, cuál es su punto de llegada?
 
Lo que ellos imaginan es una sociedad de emprendedores. El ciudadano ideal del menemismo era un tipo que consumía. En este gobierno el ciudadano ideal no es tanto un consumidor sino alguien que está dispuesto a sacrificarse, a no consumir para emprender. Y un emprendimiento es desde ponerte un kiosco en la ventana de tu casa hasta abrir una .com super exitosa en el mundo. Y en este punto nos igualamos: ya no en tanto ciudadanos con derechos sino en personas que somos capaces de emprender. Hay una idea claramente individualista pero hay también una idea de libertad, que claramente uno no tiene por qué compartir. Cuando Macri anunció la primera oleada de cesantías del Estado dijo algo así como que era una buena noticia porque ahora iban a poder elegir en lugar de depender de un sueldo falso. Ahora iban a poder emprender.
 
¿Hay una idea moral ahí?
 
Sí, la idea de que depender de otros, pero sobre todo de todos, del Estado, no está bueno, es incorrecto. Y también una cierta idea de merecimiento. Yo creo que en muchos ámbitos de la vida está bien la meritocracia: no creo que la ciudadanía deba ser meritocrática. Una sociedad de emprendedores es una sociedad donde la ciudadanía se “meritocratiza” y lo veo muy problemático.
 
En el libro que escribiste, “La nueva derecha argentina”, hablás de dos ideas fuerza del neoliberalismo: la promesa de futuro y lo necesario, la idea de un camino que necesariamente tiene que ser así. ¿Lo ves en este gobierno?
 
Sí, claramente. Son las formas en las que se despliega el neoliberalismo: prometiéndote futuro y diciendo que no hay otra. Se ve en este gobierno: el segundo semestre, el año que viene, los brotes verdes, el crecimiento invisible. La idea de que este es el último sacrificio. Hoy, antes del anuncio sobre el Fondo Monetario Internacional, también dijeron que este sacrificio va a valer la pena. Y la idea de que así no se podía más, que como estábamos antes íbamos a Venezuela, que estábamos en decadencia absoluta. Es la idea de que no hay otra que esta. De hecho, yo creo que están abriendo una alternativa que es la de gradualismo y ajuste: “mirá que si yo me voy lo que viene es peor porque es tan necesario lo que estoy haciendo que el ajuste que podría venir sin este gradualismo sería muchísimo peor”.
 
¿Qué idea de convivencia tienen con otros que no son el PRO? ¿Una idea como la de cualquier otro partido?
 
No, a mi algo que me llama la atención en estos dos años de parte del ala del PRO puro es mucha más cerrazón que la que tuvieron siempre hacia la política tradicional. Cuando empezó el PRO perdieron el ballotage y se dividieron en dos bloques: los que venían de la política tradicional y los que venían del mundo de las ONGs. De parte de los PRO puros yo veo hacia el resto de los partidos la misma cerrazón que tenían al comienzo del PRO. Diciendo que no se puede hablar con ellos, que piden demasiado. La misma idea que hablábamos sobre Macri: ya gané, déjenme hacer. Esa cerrazón no había estado desplegada todos estos años, la habían mostrado al principio. Era otra gente, es cierto, más del mundo de las ONGs y ahora son más de las empresas, que llegaron más tarde, cuando ganaron en la Ciudad. Pero es la misma cerrazón. Todo el tiempo están dando señales de que les molesta la negociación constante con la política tradicional, que les parece que es miserable, chiquita, no tiene la grandeza con la que se ven a sí mismos. Si revisan el libro de Hernán Iglesias Illa, “Cambiamos”, es una denigración constante de todos sus aliados, con nombre y apellido. Destila algo que no es bronca, es un cierto desprecio por algo perimido, malo. Y eso es algo que está jugando muy en contra y explica buena parte de la crisis más coyuntural que están atravesando.
 
Por ejemplo la ida de Monzó.
 
Quizás se va por otras cosas, no sé. Ahora, el rol y el perfil deberían no ser muy distintos porque vos necesitás un rol político para sumar mayorías legislativas. Ahora, el desprecio hacia Monzó, en algunos casos públicamente, eso no lo termino de entender. O me parece una señal de crisis política. No por él sino por lo que representa.