Milei abrió su discurso reivindicando un año y medio de políticas de ajuste fiscal, monetario y cambiario que, según dijo, redujeron la inflación interanual del 300% al 25%, sacaron a 12 millones de personas de la pobreza y bajaron la indigencia del 20,2% al 7,3%. Sostuvo que los salarios privados le ganan a la inflación desde abril de 2024 y que “cerca de 6 millones de personas a las que no les alcanzaba para comer, hoy comen”. Admitió que “no se puede arreglar en dos años lo que se destruyó en casi un siglo”, pero ratificó que seguirá por el mismo camino.
El jefe de Estado anunció dos medidas para blindar el equilibrio fiscal: prohibir por instrucción al Ministerio de Economía que el Tesoro financie gasto primario con emisión monetaria, y enviar al Congreso un proyecto de ley que penalice la aprobación de presupuestos con déficit, exigiendo que cualquier incremento de partidas sea compensado con recortes equivalentes. “Cada peso nuevo que quieran gastar tiene que tener un nombre y un apellido”, subrayó.
Milei cargó contra el Congreso por impulsar iniciativas que aumentan el gasto sin financiamiento, como la moratoria previsional, el aumento del salario docente y las pensiones por discapacidad. Sostuvo que detrás de esas leyes hay “una clase política que hace dos años perdió el poder y va a hacer cualquier cosa por recuperarlo”, y que financiarlas implicaría subir impuestos o emitir, con el riesgo de hiperinflación y estallido social.
De cara a las elecciones legislativas de octubre, el Presidente planteó que la disputa central es entre “la responsabilidad” y “el realismo mágico”, entre su modelo de superávit y reglas de mercado o el del “gasto sin respaldo” que adjudicó a sus opositores. Cerró su discurso invocando a Virgilio y Ludwig von Mises y con un llamado a “combatir con mucha más fuerza” lo que definió como el mal de la política adicta al déficit.