Hace 16 años no había celulares, ni formas de comunicación en mensajería instatánea. Las noticias daban cuenta de un incendio en el barrio porteño de Once pero no especificaban de qué se trataba. Intuitivamente las alarmas empezaban a prenderse, y los teléfonos de línea empezaban a sonar.
Heridos, trampa mortal, puerta de seguridad cerrada, mediasombra, bengala, rock & roll. República de Cromañón.
Escribo esta nota con casi 30 años pero recordando todo lo que pasó una y otra vez como si fuera ayer. Recorrida por hospitales en listas interminables donde no aparecían los propios.
Ni heridos, ni muertos. Ni en la morgue, ni en la calle, ni una zapatilla en la zona. Mientras el boca en boca te traía la noticia de un amigo o amiga que peleaba por su vida y de otros a los que el fuego y el humo ya se los había llevado.
Dieciseís horas después de buscarlo, mi hermano apareció en Almagro en el velatorio de un amigo. Lo encontramos después de ver en la guía el teléfono de la casa de uno de los que iba siempre con él a ver a la banda de Villa Celina y que nos atendió el llamado desesperado de mi viejo desde un teléfono público en la zona de Plaza Flores. Fuimos a buscarlo y ahí estaba, un chico de dieciocho años junto a mi primo de la misma edad, desconsolados por todo lo que habían visto
y sin la noción ni la respuesta de por qué se habían muerto sus amigos y ellos aún ahí andaban.
A la gente solo la ayuda la gente. Así comenzaron las primeras marchas para pedir justicia, memoria por los fallecidos pero sobretodo un grito unísono: que no pase nunca más. Todo lo que vino después es materia conocida. Ibarra fue desplazado vía juicio político, los encargados de la seguridad pagaron su pena, a Omar Chabán lo dejaron morirse en la cárcel y los músicos terminaron de cumplir su condena.
Después de Cromañón, Mauricio Macri se convirtió en jefe de Gobierno porteño. El fin de una cultura after chabón que tan bien grafican Pablo Touzón y Martín Rodríguez en uno de los primero capítulos de
La Grieta Desnuda. La noche rockera de la Ciudad de Buenos Aires se apagó. Los recitales masivos del público de rock se cancelaron y recién unos años después se experimentó con un show al aire libre y de día pero nada volvió a ser igual.
Las reflexiones personales de las culpas y de lo que podría haberse evitado, de lo que podría haberse hecho y de los que no hicieron las guardo conmigo como estos últimos 16 años.
Hoy es un día festivo en Argentina, una generación de jóvenes festeja en las calles el aborto legal, seguro y gratuito. Otra vez el justicialismo como movimiento amplificador de derechos.
Hoy es el primer 30 de diciembre que hay una noticia para festejar y es producto de la lucha en las calles de varias generaciones.
En ese mismo andamiaje andan los pibes y las pibas que se llevó Cromañon. Los 194 que perdieron la vida en el incendio, las víctimas del olvido que se quitaron la vida.
El pasado fue el primer 30 de diciembre que llegamos con Justicia. En este como familiar y amigo de víctimas y sobrevivientes sólo deseo que se mantenga viva la memoria colectiva. Cromañón nos pasó a todos y a todas, y cada uno desde hace 16 años hacemos e hicimos con esto lo que pudimos porque nadie nos ayudó. Cuando todo arde, tampoco te salva el Estado.
Hoy también recordamos a nuestro compañero Luis Torre, sobreviviente de Cromañón, que perdimos este año.
Que las lagrimas nos dejen un ejercicio de ir y venir, volver atrás. Y encontrar alguna forma de algún amor.
A nuestros invisibles, por siempre.
Memoria, Verdad y Justicia para los pibes y las pibas de Cromañón