La Asociación del Fútbol Argentino oficializó el tarifazo de boletos para todas las categorías: en la elite, la popular trepa a $ 23.000, mientras que jubilados y pensionados deberán desembolsar $ 11.500 y los menores, $ 6.500. En la Primera Nacional la general sube a $ 18.500, la reducida para adultos mayores queda en $ 9.000 y el ticket infantil en $ 5.000, cifras que se alejan del bolsillo obrero al ritmo de la inflación libertaria.
El golpe también alcanza a la Primera B Metropolitana, donde la entrada costará $ 15.000; la Prima C y el torneo femenino, equiparados en $ 13.500; y el Futsal, que fija su piso en $ 9.000. Con salarios estancados y paritarias rezagadas, el simple acto de ir a la cancha se vuelve un lujo que expulsa al hincha popular de las tribunas.
Desde Viamonte justifican la medida en “costos operativos” y hablan de “alinear precios” con la región, pero omiten que el fútbol argentino factura en dólares por derechos de TV y sponsors. En este contexto de ajuste puro, la AFA traslada el costo a las familias mientras el Gobierno encarece tarifas, transporte y alimentos.
La movida pone a prueba la fidelidad de la patria futbolera: clubes que se declaran “sociales” verán estadios semivacíos si no articulan políticas de descuento o cuotas solidarias. En la vereda opuesta, las filiales solidarias y las peñas barriales analizan ollas populares y rifas para juntar los pesos que permitan seguir alentando, porque la pasión no cotiza en Wall Street pero sí resiste en las tribunas.