11.07.2018 / Opinión

Su sexismo no invalida mi opinión, señor

El movimiento feminista argentino disputa la palabra y la agenda pública.

por Estefanía Pozzo




El comentario decía algo así como: “No tiene idea de lo que escribe. Seguro que a esta pendeja se la coge el director del diario”. Con esa sola frase, el comentarista había logrado condensar una serie de conclusiones: que la única forma en la que podía explicarse la trayectoria profesional de esa periodista era por haberse acostado con un superior, algo que por supuesto daba por sentado que la autoridad máxima de la redacción era necesariamente un hombre heterosexual que, abusando de su poder, buscaba satisfacer sus deseos sexuales.

La nota tenía un error muy técnico en un cálculo sobre la potencia instalada de una planta de biomasa y, como yo era la autora, leí el comentario y me desesperé. ¿Qué estaba mal como para que alguien se hubiera tomado la molestia de loguearse en un portal y, más allá de mencionar el detalle, hacer toda esa serie de referencias sobre mí? Llamé a una fuente, hice algunas preguntas, descubrí cuál había sido el error y me quedé pensando en que, si el autor del artículo hubiese sido un varón, probablemente hubieran pasado dos cosas: o el error no le hubiera molestado tanto (sí, los periodistas aún a pesar de chequear la información podemos equivocarnos) o el comentario no hubiera aludido específicamente a su sexualidad como moneda de intercambio. Me quedé con una frase: qué difícil es para las mujeres abrir la boca.

Me surgió también otra pregunta: si esa era la reacción frente a un error en una nota periodística, ¿cuál podría ser el comentario frente a las opiniones de las mujeres en sus columnas de análisis? Pero, ¡oh!, para eso primero tendría que haber mujeres escribiendo en la sección de opinión de los medios y adivinen qué: las mujeres no opinamos en los medios de comunicación. Lo digo con ese nivel de certeza porque hay datos: según @columnistos, un robot que escanea diariamente las portadas de La Nación, Perfil, Clarin y Página 12, solo el 15% de las notas de opinión publicadas en medios argentinos son firmadas por mujeres. Y, aun cuando se publican esas opiniones, las palabras más usadas en los títulos son “mujeres”, “vacaciones”, “amor” y “chicos”. Los varones, además de concentrar el 85% de los artículos, hablan de “democracia”, “política”, “violencia” y “gobierno”. Es decir: si escribimos, tenemos menos espacios y para temas “de mujeres”.

Para muestra sobra un botón, decían las abuelas, así que voy a usar otro ejemplo de cómo los espacios se cierran por simple sexismo. La periodista Agustina Larrea compartió hace unos días en Twitter una publicidad de la revista Para Tí de un evento llamado “¿Qué quieren las mujeres?”. Una joya de los años 80 (septiembre de 1982, para ser precisa), en la que bajo ese título genérico promocionaba un evento exclusivo para mujeres en el que se podían obtener respuestas sobre “desterrar definitivamente la inflación, los impuestos exorbitantes, la especulación, las obras faraónicas, el gasto público desmedido, la usura y los precios abusivos” (?). Pero claro, como quienes podían darles las respuestas eran por supuesto hombres, armaron un ALL MALE PANEL. El cierre de la publicidad, como no podía ser de otra manera, es una orden: “Si usted es mujer y quiere ser protagonista, venga y pregunte”.

Conclusiones hasta acá: las mujeres no podemos equivocarnos, opinamos con menos frecuencia y solo sobre temas de mujeres y, frente a los temas serios, debemos preguntar a los que saben, que siempre son varones. Les cuento, amigos, que esto ya no corre más. El movimiento feminista argentino disputa la palabra y la agenda pública.

Que las mujeres opinemos es un acto político y colectivo. Lo importante es tomar los espacios y hablar de lo que se nos ocurra. Podemos y vamos a hablar de todo lo que nos interese. En mi caso, lo que me interesa es la economía. Y más en un contexto como el actual, con un acuerdo de ajuste “cueste lo que cueste” con el FMI, en el que las primeras que sienten los impactos de los recortes somos las mujeres: porque ganamos menos, tenemos peores condiciones de contratación, sufrimos más precarización laboral, nos hacemos cargo de las tareas del hogar y de cuidado y varias brechas más que muestran las estadísticas oficiales.

Así que, señor, si usted está indignado con todo esto, tengo una respuesta para darle: su sexismo no invalida mi opinión. Yo igual voy a decir lo que pienso.