27.08.2020 / OPINIÓN

Historia y construcción presente de un modelo federal


Es cierto que nuestro Estado y la configuración social de la que él se desprende tienen fuertes marcas de origen. El Estado nacional argentino fue la condición de posibilidad de la inserción de nuestro país al mundo como productor de materias primas, en épocas donde los países que antes nos habían colonizado hacían una división internacional del trabajo y nos arrogaban un papel dependiente.

por Agustina "Achu" Díaz y Leonardo Moyano .




El Estado argentino fue moldeado por una elite centrada en el puerto de Buenos Aires y en el comercio que desde allí podía desarrollarse. Claro que hubo pujas y peleas, pero el proyecto soberano, federal y popular fue sepultado a fuerza de guerras intestinas y masacres espantosas. Esta elite oligárquica, quiso borrar para siempre cualquier recuerdo de proyecto independentista y federal. Intentó convertir los intereses de una minoría, en la causa de las mayoríasy su sentido de sector dominante en el sentido común.

El Estado nacional que reemplazó al Estado colonial tras el proceso de independencia, lejos de reparar las desigualdades y las injusticias, las convirtió en parte estructural de nuestra organización social, las legitimo institucionalizándola con poderes que hasta hoy perduran.

Las provincias, sus proyectos de avanzada y sus sueños federales, las gentes sin tierras, los pueblos originarios, las mujeres y la población afrodescendiente, serían testigo de la conformación y consolidación de un Estado excluyente del cual se desprendería un andamiaje jurídico, institucional y político absolutamente restrictivo.

Ese Estado fue revisado y transformado, en sentido nacional, popular y federal, a partir de 1945 con el gobierno del presidente y general Juan Domingo Perón. Fue la primera vez que el proyecto civilizatorio, primero colonial y después liberal, perdía consistencia frente a una nueva identidad de país con rostro obrero, cabecita negra y pecho descamisado.

Los persistentes golpes de Estado y la instauración del neoliberalismo buscaron quebrar aquel modelo de Estado, basado en la soberanía nacional, en el la distribución del ingreso, en la democratización de las posibilidades de desarrollo para el pueblo y en la expansión de las potencialidades que tenemos como país. Sin embargo, la huella imborrable y feliz que dejó el proceso nacional y popular del peronismo, sumada a la Memoria de esa mayoría olvidada, postergada  y hasta despreciada profundamente por las elites, impedirían que el orden de las cosas simplemente volviera al estadío anterior.

Tras la larga noche neoliberal, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández volverían a disputar el sentido del Estado y de la política. Miles de jóvenes nos sentimos convocados y convocadas a discutir un proyecto de país que no excluya a nadie y así lo hicimos y nos comprometimos con todas nuestras fuerzas. Pero no alcanzó y la restauración neoliberal de 4 años de macrismo, nuevamente las elites gobernante nos obligaron a resistir y organizar.

Este recorrido de los últimos años nos dejó dos enseñanzas que no podemos olvidar: en primer lugar, que la organización y la unidad del campo popular es el único camino que garantiza la custodia de los derechos de nuestro pueblo y los intereses nacionales; en segundo lugar, que los sectores que detentan intereses corporativos, mezquinos y mediocres no dan tregua ni se resignan. Esta oligarquía apátrida es la que nos dejó las peores huellas en nuestra historia y poe esto, nunca más debemos despreciar y desconocer   la condición genocida de estas elites.

La recuperación del gobierno que constituyó el triunfo electoral del Frente de Todxs, de la mano de Alberto y Cristina, nos colocafrente a un desafío histórico, en medio de una región asediada por las derechas antidemocráticas y de un sistema mundo colapsado de inequidad y violencia. Sabemos que cada paso adelante que intentemos dar en la consolidación de un Estado socialmente justo será atacado por los sectores que desprecian al pueblo que amamos. Sabemos que todo intento de solidificar un Estado independiente y soberano sufrirá los embates de los poderosos del mundo que primero nos explotaron y luego nos mantuvieron de rodillas.

Pero la historia de lucha de nuestro pueblo y los de la Patria grande, la dignidad recuperada, cada acto de justicia, cada grito federal que penetra la política nacional, cada acción reparatoria para los y las excluidas de siempre, cada compromiso con la erradicación de la violencia que pesa sobre las mujeres, cada pedazo de tierra salvado de la ignominia de quienes la destruyen, serán las semillas para la cosecha futura, el esfuerzo valdrá la pena.

El enemigo es grande y el dolor es hondo y urgente. Pues más fuerte tendrá que ser, entonces, nuestro compromiso como Generación. Es tiempo de buscar un espacio en la historia, un espacio colectivo, con olor a pueblo, con acento federal, con rebeldía feminista y con consciencia popular. Es tiempo de refundar las formas de hacer política, y construir otras mejores que sean desprendidas de las deslealtades y deshonestidades.

Es el tiempo de la Unidad Refundadora, es el tiempo nuevamente de las mayorías populares, de los proyectos colectivos y de los sueños organizados.

Tendremos la tozudez de quienes tienen la certeza de una victoria clara y feliz, en nuestro tiempo o en el que nos procede. Pelearemos con la estrella federal, con las manos obreras, con el bombo sindical, con la bandera estudiantil, con la rebeldía gloriosa de la juventud, con la fuerza de la Pacha, con la precisión de la ciencia, con la esperanza de la fe que no defrauda, con el madrinazgo moral y el amor de las Madres y las Abuelas, con la convicción de creer en la política y con el respeto por la democracia que supimos conseguir.

Daremos todas las batallas con el rostro de frente al sol.
  Agustina “Achu” Diaz y Leonardo Moyano, referentes de Géneración Patriótica