La casa matriz de Carrefour confirmó a sus interlocutores locales que se quieren ir y puso en marcha un mandato con el Deutsche Bank para tasar sus activos y sondear compradores o un eventual socio que comparta riesgos. La decisión llegó luego de que el plan económico de Javier Milei disparara la recesión y licuara el poder adquisitivo de las familias, fenómeno que recortó las ventas en los hipermercados.
Fuentes cercanas a la operación describieron la maniobra como una fase inicial, aunque admitieron que la filial local ya no figura entre las “prioridades estratégicas” del grupo. La presión por mejorar la rentabilidad empujó al directorio parisino a elegir qué filiales conservar. Una voz que sigue el proceso resumió la pulseada: Así, Carrefour repite la estrategia de desprenderse de mercados periféricos —como hizo antes en Colombia y China— para concentrarse en Francia, España y Brasil.
En la Argentina, la cadena administra unos 680 locales entre hipermercados, supermercados, Express y mayoristas, factura cerca de US$ 6 000 millones anuales y emplea a más de 17 000 trabajadores. Entre los posibles compradores suenan La Anónima, el grupo GDN de Francisco de Narváez, Inverlat (Havanna) y hasta Mercado Libre, que coquetea con el canal fresco.
El caso de Carrefour se suma a una lista cada vez más larga de multinacionales que hacen las valijas —Exxon Mobil, Petronas, Procter & Gamble, HSBC, Walmart, Falabella, entre otras— y desnuda la contradicción central del experimento libertario: mientras la Casa Rosada festeja promesas de inversiones, el capital real se retira ante la volatilidad, la pérdida de poder de compra y la ausencia de reglas claras.