24.08.2018 / OPINIÓN

El Gobierno y la crisis: ¿ideología o mala praxis?

Hay una pregunta que sobrevuela las conversaciones económicas después de casi cuatro meses de corrida cambiaria: ¿Qué explica la situación actual?

por Estefanía Pozzo



Hay una pregunta que sobrevuela las conversaciones económicas después de casi cuatro meses de corrida cambiaria: ¿Qué explica la situación actual? ¿Una deformación ideológica en la lectura del Gobierno que provocó un diagnóstico sesgado, o una lisa mala praxis en las decisiones de política económica? Como primera cuestión, y no es inocente, la oposición entre ambas opciones es tramposa. Pero vayamos por partes.

La actual administración nacional llegó con una serie de certezas en diciembre de 2015: que una devaluación no iba a generar inflación porque la economía se regía por el “dólar blue”; que la inflación estaba ligada principalmente a la emisión monetaria necesaria para tapar los huecos del déficit fiscal por el gasto del Estado, entre otras cosas por el “atraso tarifario”; que para eliminar la inflación había que borrar el rojo fiscal y que eso iba a ser posible de forma gradual con un financiamiento externo; que el financiamiento externo iba a llegar después de arreglar con los fondos buitre y además porque Cambiemos era garantía de racionalidad de mercado; que la apertura de la economía permitiría cambiar el patrón de crecimiento desde el consumo a la inversión y que el mundo estaría ansioso por descargar sobre el país una “lluvia de inversiones”. Todo esto con la certeza de que en noviembre de 2016 ganaría las elecciones Hillary Clinton, con quien el oficialismo había aceitado los vínculos para llegar a la asunción en enero de 2017 con algunos pasos dados.

En línea con su diagnóstico se fueron tomando decisiones: se eliminó el cepo y se devaluó cerca de un 40%; se subieron de un plumazo las tarifas de los servicios (aunque la derivación judicial los obligó a revisar el esquema de aumentos); volvieron a emitir deuda después de haber arreglado con los fondos buitre; eliminaron las retenciones; abrieron la economía real. En la cancha del Banco Central, con una “independencia” casi igual de parecida a la que le endilgaban al kirchnerismo, quedó la desregulación del sector financiero y la emisión gigantesca de la bola de Lebacs, que llegó a superar incluso al total de la masa monetaria. Y esto es solo un resumen.

Estos diagnósticos y decisiones de política económica forman parte de los manuales de la economía ortodoxa, que sostiene casi en carácter religioso que los mercados deben ser libres, con la menor intervención posible y que el esfuerzo individual garantiza el ascenso social. Es decir: detrás de todos estos supuestos hay una visión ideológica de cómo debe ordenarse económicamente una sociedad. Las personas que creen en esta forma de gestionar la economía aseguran que no hay racionalidad si el camino no está en esta senda, porque “lo que hay que hacer” siempre es una cosa y está en sus manuales.

El problema no es creer en la receta que se aplica, sino en la negación de las consecuencias políticas y sociales de esas recetas. “Me duele tener que tomar estas medidas”, una de las frases de cabecera del presidente Mauricio Macri, es la manera de “humanizar” la crudeza de las decisiones tomadas mirando las planillas de excel.

Una de las primeras a quienes escuché decir algo referido a la cuestión de la ideología, a 15 días de la primera corrida, fue a Corina Rodríguez Enríquez. Ella dijo: “Creo que los funcionarios del Gobierno tienen cierta ideología y que las medidas que están llevando adelante tienen que ver con esa ideología. Mantener una economía dependiente y absolutamente abierta es una posición ideológica. Y es eso lo que explica la situación que estamos viendo”.

Pero hay otras miradas.

Leandro Mora Alfonsín, director Ejecutivo de la Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines, opina que “es una mezcla” de ideología y “falta de pericia”. “Por un lado hay una visión ideológica tanto de lo que es funcionamiento de la economía argentina, como de lo que es el mundo. Hubo realmente un exceso de optimismo respecto de lo que era abrir la economía. Argentina ‘"volvió al mundo’ pero el mundo no estaba ahí. Y por otro lado también hubo falta de pericia en el manejo de la crisis: no solo no se amortiguaron los efectos del cambio de contexto internacional, sino que se profundizaron. Dieron respuestas tartamudas y a pesar de recurrir al FMI proyectamos la misma sensación de fragilidad”.

Paula Español, directora de Radar y exsecretaria de Comercio del kirchnerismo, pone su mirada en los problemas de generación de dólares de la economía argentina. “La crisis económica que está enfrentando el Gobierno tiene que ver con su idea económica, que  hizo que un problema estructural del sector externo -y que ha enfrentado históricamente la Argentina- se acentúe profundamente en estos últimos años. El déficit de cuenta corriente se duplicó entre 2016 y 2017 y llegó casi al 5% del PBI el año pasado. Esto tiene que ver con una ideología de apertura económica, desregulación de la cuenta capital y desregulación de los mercados. La mala praxis fue un catalizador de ese problema”.

Federico Furiase, director de EcoGo,  atribuye la crisis a la “herencia” que encontró el Gobierno cuando asumió y las “fallas de coordinación” en el manejo de la situación. “Esta baja de pulgar del mercado tiene que ver, en retrospectiva, con la herencia que recibió el Gobierno en términos de atraso cambiario, atraso tarifario, déficit fiscal, déficit de cuenta corriente, inflación reprimida y bajo nivel de reservas del Banco Central; y la falla de coordinación que tuvo para administrar esa herencia. Si bien tuvo una dirección correcta en los objetivos, la gran falla tuvo que ver con las secuencias y las velocidades”.

Retomemos la advertencia de que la dicotomía entre ideología o mala praxis es tramposa. Voy a hacerles una pregunta: ¿hay posibilidad de que las decisiones estén por fuera de una concepción ideológica del mundo? ¿Se hace lo que no se piensa?

En este contexto de crisis, entender esta relación me obsesiona porque ahí están las pistas de lo que puede pasar en un futuro. Si lo que define las decisiones, como creo que sucede, es lo ideológico, los manuales terminan con un final que ya conocemos.