07.12.2018 / Opinión

El aire fresco del G20 no sirve en el pulmotor de la economía

El Gobierno festejó el resultado de la Cumbre, pero la situación económica es cada vez peor.

por Estefanía Pozzo



Las caras en Costa Salguero eran exultantes. Los ánimos, aún más. Los dos responsables argentinos de negociar por el país, Pedro Villagra Delgado (sherpa) y Laura Jaitman (deputy de Finanzas) calificaron como un “éxito” el paso del G20 por la Argentina. En la primera fila de funcionarios que esperaban por la conferencia de cierre de Mauricio Macri se hablaba de “aire fresco”, un ‘tesoro’ en un momento complicado para la administración de Cambiemos.

A la metáfora del “aire fresco”, sin embargo, le faltan algunas precisiones. ¿El aire fresco de los vientos internacionales tienen el mismo oxígeno que el Gobierno necesita en el pulmotor de la economía argentina? Según su lectura, sí, porque el apoyo internacional es equivalente a más inversiones. Pero ya sabemos que las lluvias anunciadas en 2015 se transformaron en garúa en 2016 y que en 2018 se convirtieron en la peor sequía de los últimos 50 años, como le gusta decir al Gobierno.
  El paso del G20 por la Argentina coincide con el cumplimiento del tercer año de mandato de Macri en la presidencia. Esto ya se dijo mucho, pero ¿alguien se imaginaba que seis meses después de las elecciones de medio término con resultados positivos para el mandatario se iba a necesitar acudir al FMI para poder llegar a 2019? Creo que nadie. Pero esa es discusión pasada.
Hace unos días, antes de terminar noviembre, un nota en diario BAE calculaba que Macri cerraría su mandato en 2019 con una economía 3,9% más chica de la que la encontró en 2015 cuando asumió. Y que, per cápita (una medida más representativa de la distribución económica) el desplome es equivalente a 8,7% del PBI. En un solo mandato de Gobierno. Ahí viene la argumentación de que lo que había antes era una fiesta que ahora hay que pagar en formato de seguro de las empresas energéticas y petroleras porque, pobres, pierden con la devaluación.

El dólar subió 295% desde la salida del cepo. El tipo de cambio pasó de $ 9,8 el 16 de diciembre de 2015 a $ 38,66 al cierre del jueves 6 de diciembre. La inflación acumulada, si tomamos como referencia los números del Indec porteño, cerraría los primeros tres años de mandato en una disparada de 158% aproximadamente (atención: solo si este año se cumple con una proyección de aumento de los precios del 45%). El poder adquisitivo, según el Instituto Estadístico de los Trabajadores, es 18% menor (en términos reales, es decir, teniendo en cuenta la inflación) que el de 2015.

Estos indicadores se acompañan con la caída generalizada del consumo (las últimas cifras de ventas de autos 0 KM y motos, por ejemplo, son tétricas) y los números más preocupantes, más allá de que no poner la misma cantidad de cosas en el changuito es grave, son los despidos. Los últimos datos disponibles (los de septiembre) indican que hay 200.000 puestos de trabajo por encima de 2015, aunque: a) 145.000 son nuevos monotributistas (hablemos de la calidad de esos “trabajos”); b) 60.000 son nuevos trabajadores del sector público (en donde se cuentan docentes, personal de las fuerzas de seguridad y de la salud en todos los niveles de gobierno, es decir, en todo el país); y c) en el sector privado se destruyeron 31.000 empleos (es decir que no solo no se creó empleo privado de calidad sino que estamos por debajo de 2015). Dato: solo para absorber el crecimiento poblacional, la economía argentina necesita crear 180.000 empleos al año según cálculos de la Secretaría de Trabajo. Es decir que, en tres años, la economía necesita crear 540.000 empleos.

Frente a este panorama económico, la administración nacional decidió darle una nueva vuelta de rosca a la salida punitivista, que por un lado aferra al núcleo duro de su electorado y por otro es un terreno en el que se siente más cómodo de cara a la carrera presidencial del próximo año (aún cuando la mayoría de las encuestas muestran que la principal preocupación social a hoy tiene que ver con cuestiones económicas). Ahora quieren que las Fuerzas de Seguridad puedan usar armas de fuego cuando consideren necesario, sin tener que dar voz de alto y sin importar si hay o no una amenaza real. Ya no se trata de habilitar a matar, sino que también le montan una coartada a la Policía.

La pregunta inevitable es si con más palo, represión y ahogamiento económico los vientos frescos del norte alcanzan. Con este combo, la economía no va a ser lo único que va a necesitar un pulmotor. Diciembre de 2019 queda lejos.