20.12.2018 / Opinión

La generación del 19 y 20 de diciembre

Formamos parte de una generación política y militante parida al calor de las barricadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.

por Juan Caccamo




Algunxs militábamos de antes en centros de estudiantes, en algún barrio y/o en alguno de los grupos políticos de los cientos que existían en el fragmentado panorama de fines de los ´90 y primeros años de este siglo. Los 24 de marzo, las marchas de la resistencia y los escraches de HIJOS fueron para nosotrxs un momento de encuentro y punto de unión de lo disperso.

Las Madres y los HIJOS dieron a nuestra generación un sentido ético e histórico, nos dieron identidad. Pero fue la revuelta del 19 y 20 de diciembre la hendija por la que entramos como generación a la historia de las luchas sociales de nuestro país. La revuelta fue espontánea, no reconoció dirigente alguno, pero igual de cierto es que fermentó en cientos de actos de resistencia durante los noventa: cortes de ruta, ollas populares, en los fogoneros, en las puebladas como la de Cutral-Co y Plaza Huincul, por mencionar solo algunos ejemplos.

Aquel diciembre, que como proceso político duró hasta la masacre del Puente Pueyrredón, fue para nosotros lo que el Cordobazo para la generación militante de los 70. Como todo mito fundacional tuvo un héroe. Pero no fue uno individual, fue colectivo: la juventud.

Miles de pibas y pibes salimos a la calles, compartimos esquina, piedras y barricadas sin siquiera conocer el nombre de quien teníamos al lado. La Plaza de Mayo como símbolo del poder, el territorio a conquistar. La miseria y el hambre, la precarización, la injusticia, la impunidad, la incertidumbre y falta de expectativas; el neoliberalismo no se aguantaba más, y el gobierno de la Alianza y la “clase política” se tenían que ir: “¡que se vayan todos!”.

Lo dejamos todo. Algunos hasta la vida, como Carlos “Petete” Almirón, Gastón Riva o Darío y Maxi. Otrxs simplemente relegamos estudios, proyectos individuales y nos volcamos a la militancia, con una marca de época: siempre reivindicando la movilización, el protagonismo y la independencia de las organizaciones del pueblo como factor dinamizador de los procesos políticos. Siempre pensando en colectivo, con los pies, el corazón y el oído en el territorio y las organizaciones de base. 

Nos costó bastante confiar en Néstor. Nos habíamos formado en los ´90, no éramos ajenos al fin de la historia y cierto apoliticismo que en nuestro caso, se manifestaba en un desprecio por lo que llamábamos los “partidos políticos tradicionales” y sus dirigencias; las elecciones en sí y el estado mínimo neoliberal y sus instituciones.

Sin embargo, se hizo difícil que la simpatía por sus gestos primero, y la adhesión a las políticas públicas después, no se transformara en militancia orgánica en las agrupaciones kirchneristas. Si las Madres nos habían dado identidad, Néstor nos dio un sentido de pertenencia que nunca antes habíamos vivenciado. Unidad Básica comenzó a ser mucho más que la denominación de un local partidario, constituía la expresión de esa pertenencia. Por primera vez éramos parte de algo más grande, no sólo de una vasta fuerza de carácter nacional y contenido popular, sino lo más importante, nos sentimos inscriptos en una tradición: el peronismo. Dejamos de percibirnos huérfanos y a la intemperie.

El diciembre de 2015 nos encontró otra vez en la Plaza. Esta vez sin ánimos de echar a nadie, más bien lo contrario, para abrazar y agradecer a la presidenta que mejor había representado los intereses nacionales y de los más humildes. La derrota política y electoral que sufrió el campo popular supuso la paralización de muchas organizaciones y compañerxs. A otrxs tantos que no habíamos tenido mayores responsabilidades políticas o institucionales durante la década ganada, nos tocó dar un paso al frente y ensayar respuestas para mitigar el impacto del ajuste neoliberal, sobre todo en los sectores más humildes de nuestro pueblo. La experiencia acumulada fue fundamental a la hora de recrear viejos métodos organizativos y construir nuevos marcos de alianza, más amplios y diversos desde los que afrontar la etapa de resistencia con mayor fortaleza.

Promedia otro diciembre y el tercer año del mandato de la Alianza Hambriemos. Sin dudas fueron las organizaciones gremiales, de derechos humanos y los movimientos sociales los actores más dinámicos de la etapa y quienes marcaron en la calle, el límite a la agenda de reformas neoliberales. La oposición política estuvo siempre por detrás, mareada en el laberinto de las internas intestinas y fratricidas.

El 2019 año electoral, es de esperar que la dirigencia opositora se ponga a la altura de las circunstancias: nuestra Nación se encuentra en una encrucijada histórica, casi al borde de una crisis civilizatoria. La generación del 19 y 20 va estar allí para contribuir a acelerar los tiempos de ese proceso político, trazando las diagonales que permitan que el frente social, cívico y patriótico que tiene como sujeto a todos y todas las agredidas por el neoliberalismo tenga una expresión amplia, unitaria y competitiva en las próximas elecciones.  

Nuestro tiempo llegó. La fuerza política y social, diversa, patriótica, democrática y feminista necesaria para recuperar el estado y necesaria para sostener y defender al próximo gobierno, que deberá reconstruir el país devastado y saqueado que va a dejar Cambiemos, requiere del protagonismo de nuestra generación política. Contamos con la experiencia, la formación y la madurez necesaria.  Pero lo más importante es que llevamos en nuestros corazones el fuego en el que ardió el neoliberalismo aquel diciembre del 2001.

Juan I. Caccamo
Secretario General Frente Social Peronista

Javier A. Altrudi
Referente de la mesa Nacional del Frente Social Peronista