15.10.2017 / ELECCIONES LEGISLATIVAS 2017

La hormiguita viajera

La candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires de Cambiemos tuvo su origen en el Frepaso. Pasó por la Alianza, el ARI, el kirchnerismo, el radicalismo, fue aliada de Francisco de Narváez y de Martín Lousteau, antes de sumarse a la alianza que conduce el macrismo.

por Werner Pertot


Hay una fotografía que condensa muchos momentos de la historia política de Graciela Ocaña. La tomaron el 10 de agosto de 2001. Graciela Ocaña está de negro, al igual que Elisa Carrió, quien sería por años su mentora y la bautizaría ese mismo día como “la hormiguita viajera”. También está de negro en esa misma foto una más joven Cristina Fernández de Kirchner, de quien Ocaña luego sería ministra de Salud. Daniel Scioli completa el cuadro. Iniciada en el peronismo progre, la actual candidata de Cambiemos a Diputada tuvo un camino zigzagueante por las fuerzas políticas en los últimos veinte años, con la bandera de la honestidad en el estandarte. Cuando rompió con Carrió para integrar el gobierno de Néstor Kirchner (algo que Lilita nunca le perdonó), Ocaña la acusó de estar aliándose con la derecha sin sospechar que unos años más tarde ella misma iba a juntarse con Francisco de Narváez, aunque de forma fugaz. Igual de breve fue su acuerdo con Martín Lousteau, al que abandonó para sumarse al oficialismo. Por segunda vez.

María Graciela Ocaña nació el 16 de septiembre de 1960 en una familia radical y muy humilde en San Justo. Los Ocaña vivían allí desde 1916. Uno de sus abuelos había sido jardinero del presidente Carlos Pellegrini. Sus padres, Carlos y María Josefa (a la que le decían “Pita”) tenían una tintorería, donde ella solía jugar. La retaban cuando tiraba el solvente. En esa época se lavaba a mano y el trabajo era muy duro. Son pocos los recuerdos que tiene de su madre: un paseo por Plaza de Mayo, una visita a San Cayetano.

Con 5 años, vestida de terciopelo, de corderoy o con moños, Ocaña se sentaba en la puerta de la casa a esperar a su mamá. Que no volvía. Nadie le había querido explicar que había muerto en el parto de su hermano. Se sentó un largo tiempo en esa puerta a esperar y a hacer el duelo. Su padre no pudo manejar la situación y cayó en el alcoholismo. Separó a los hijos: entregó al bebé a la tía de Ocaña, que tenía un hijo de tres meses y lo amamantó al hermano de Ocaña como si fuera propio. Y la pequeña Ocaña debió irse a vivir con sus abuelos.

Iniciada en el peronismo progre, la actual candidata de Cambiemos a Diputada tuvo un camino zigzagueante por las fuerzas políticas en los últimos veinte años, con la bandera de la honestidad en el estandarte.



Le tocó crecer de golpe: debía levantarse, preparar su propio desayuno y salir sola para la escuela. Durante muchos años, Ocaña odió a su padre y lo culpó por todo lo que había pasado. Sus abuelos, María y Eduardo, eran dos inmigrantes españoles (él era piamontés) que habían llegado a San Justo en los años veinte. Siguiendo los deseos de la madre de Ocaña, la enviaron a una escuela de monjas dominicanas: Santa Rosa de Lima. Pero Ocaña estaba peleada con Dios (y lo estaría por muchos años, hasta conocer a Carrió). De esa época, guarda recuerdos de la huerta con tomates y glicinas que tenían sus abuelos en el patio y de un estanque con peces rojos. Su abuelo tenía tres terrenos con un criadero de chanchos, gallinas y hacía embutidos y dulces. "Perdí a mis abuelos y me quedé sola a los 22 años”, recordó alguna vez en una entrevista.

A los 8 años, comenzó a leer los diarios. A los 12, las monjas llamaron escandalizadas a su abuelo porque la nena Ocaña decía que era peronista y quería hacer política. Era su rebeldía ante una familia que festejó la muerte de Perón. Ella, en cambio, lloró. Mientras soñaba con ser periodista y hacer investigaciones, estudió la secundaria en la escuela Normal de San Justo. Intentó fundar un centro de estudiantes, pero no prosperó. Fueron épocas de vivir encerrada leyendo: leía mucho a Ernesto Sábato (especialmente Sobre héroes y tumbas). Era una adolescente un poco solitaria y taciturna, que no salía a bailar. No fue de viaje de egresados, porque no le alcanzaba la plata. “Era la patito feo de mi grupo de amigos”, contó en alguna entrevista, en la que recordó la música que comenzó a escuchar: Charly García, los Bee Gees, Los Beatles y Los Carpenters. Comenzó a trabajar en una juguetería para poder pagar una temporada en la pileta del Club Huracán de San Justo. Allí conoció a uno de sus primeros novios.

A comienzos de los ochentas quiso estudiar Derecho en la Universidad de La Matanza. Según la historia que cuenta en su web “influenciada por la impronta de Ricardo Alfonsín y el regreso de la Democracia, abandonó la carrera de abogacía para comenzar a estudiar Ciencias Políticas”. En otro reportaje, dijo que, en verdad, debió abandonar la carrera para trabajar y apoyar económicamente a su abuela. Cuando falleció, Ocaña se mudó a Flores y comenzó otra vida. Estudió y se recibió en 1989 de licenciada en Ciencias Políticas de la Universidad Kennedy. Probó con aprender a cantar, pero solo duró un par de meses (ahora solo tortura a su compañero y a sus caniches, que ladran a coro).

Empezó a militar en una unidad básica de Villa Luzuriaga, aunque el peronismo le trajo sinsabores. En 1983, prefirió votar al Partido Intransigente, que llevaba a Oscar Alende, que la fórmula quema-ataudes de Luder y Bitel. Carlos Menem la alejó todavía más del peronismo que ella quería: en 1989 votó al radical Eduardo Angeloz. Hasta que comenzó a leer las columnas de un dirigente en Página/12. Este tipo escribe lo que yo pienso”, se dijo y se animó a mandarle un mensaje. Poco después, la sorprendió con un llamado. La invitó a sumarse a su equipo en diputados, aunque le aclaró que no podía pagarle. Era Carlos “Chacho” Álvarez. Así fue como ingresó Ocaña al Grupo de los Ocho, la corriente disidente del menemismo.

Lilita la bautizó “La Hormiguita viajera” por su capacidad de trabajo y porque viajaba –ya que pasaba desapercibida- a obtener información de distintas fuentes. Nunca más se sacaría ese apodo de encima.



En esa época, Ocaña trabajaba en una empresa que exportaba pieles –llegó a usar algunos tapados- y ganaba bien: tenía su propio departamento, un auto y tiempo disponible. Comenzó a trabajar con Darío D’Alessandro como asesora ad honorem. Uno de sus primeros proyectos tenía que ver con el financiamiento de los partidos políticos. Finalmente, a mediados de los noventa, renunció a su trabajo y se sumó de lleno a la política. Entró como diputada en 1999 por un error de sus compañeros: la pusieron 19 en la lista bonaerense de la Alianza, pero no respetaron el cupo, así que la Justicia electoral la subió al puesto 16.

Ya por esa época, ella tenía bien en claro el machismo reinante en la política: “Las menemistas son hombres con pollera”, solía decir. Ocaña, de hecho, decidió contrariar el mandato de casarse y tener hijos, algo por lo que le han preguntado en innumerables entrevistas. “No tengo ningún impedimento para tenerlos. Quizás mi historia me marcó: mi mamá murió en el parto de mi hermano. Lo vi mucho tiempo en análisis. Fue un hecho que no pude superar, por un trauma no fui madre. Pero bueno, tengo a mis sobrinos, los hijos de mi hermano que murió hace un año y medio. Mi pareja tiene hijas y nietas que son parte de esta familia y con las que me da mucho placer compartir tiempo. Y tengo a mis caniches que son como mis nenas. Es muy difícil, pero hay muchas mujeres que hemos decidido no ser madres. En mi caso tuvo que ver mucho mi historia personal”, contestó en una de esas oportunidades.

En su despacho de diputada, colgó un blanco con dardos. Allí colocó distintas fotos: la de Menem primero, Emir Yoma, pero luego también la de Chrystian Colombo, el jefe de Gabinete de Fernando de la Rúa. Ocaña obedeció el mandato de votar los superpoderes para el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo. Pero fue uno de los últimos gestos que tuvo para con el renunciado vicepresidente “Chacho” Alvarez. Luego dejaría el Frepaso para irse al ARI.

A Carrió la conoció cuando trabajaron en el informe de la comisión sobre Lavado de Dinero. Fue en la presentación que Lilita la bautizó “La Hormiguita viajera” por su capacidad de trabajo y porque viajaba –ya que pasaba desapercibida- a obtener información de distintas fuentes. Nunca más se sacaría ese apodo de encima. Dentro del ARI, en 2003 disputó la candidatura a gobernador bonaerense con Mario Cafiero, que abandonó el espacio furioso. Ocaña también se bajó de la candidatura a gobernadora para ser diputada, y dejó en su lugar a Carlos Raimundi, con el que se detestaban. Era una de las dirigentes con mayor llegada a Carrió. Por eso fue tan violenta la separación cuando Ocaña accedió a sumarse al gobierno de Kirchner.

Los primeros intentos de seducirla fueron un fracaso. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, la tentaba una y otra vez. Fue Kirchner el que terminó de convencerla: le dijo que, en definitiva, ella no aceptaba por una cuestión de comodidad personal y por miedo a lo que iban a decir en el ARI y que así era difícil reconstruir el país.

Al final, Ocaña aceptó asumir como interventora del PAMI. La llamó a Carrió, que estaba de vacaciones en Córdoba, para que no se enterara por otra persona. Lilita estuvo fría y lacónica: “Te deseo suerte”, fue todo lo que le dijo. De allí en más, los seguidores de Carrió pasarían a tratarla a Ocaña como si fuera Judas. Era enero de 2004 y Ocaña asumió con el propósito explícito de combatir la corrupción y a dos figuras: Luis Barrionuevo y Enrique “Coti” Nosiglia. “La decisión de nombrar a la licenciada Ocaña en el PAMI está por arriba de cualquier circunstancia política. La reconstrucción de la Argentina está por encima de cualquier cuestión partidaria", dijo Kirchner en el acto de su nombramiento.

Mientras tanto, sus ex compañeros del ARI le exigieron que renunciara a su banca de diputada, cosa que no hizo. Se tomó una extensa licencia, mientras Carrió mandaba a que la convocara el Tribunal de Ética del ARI y la expulsara del partido. Ocaña, mientras tanto, intentaba no pelearse, aunque luego comenzó a comentar el giro a la derecha de Lilita, con nuevas compañías como Alfonso Prat-Gay. El ARI iba camino a ser la Coalición Cívica. Para Ocaña, fueron épocas de estar desde las 6 de la mañana hasta entrada la noche en el PAMI. Ella bromeaba con que, por lo menos, los nervios la ayudaban a adelgazar: perdió 6 kilos en el primer mes. Alberto Fernández luego de encomendó formar parte del saneamiento del Hospital Francés. “Nunca me quiso: por eso me mandaba a eso lugares”, comentó Ocaña alguna vez.

Cuando fue electa presidenta, Cristina Fernández de Kirchner la convocó para ser su ministra de Salud: la llamó mientras “la Hormiguita viajera” estaba en Cuba, en un congreso. De su paso por el Gobierno, Ocaña destaca las investigaciones que hizo contra lo que llamó “la mafia de los medicamientos”, lo que la llevó a enfrentarse con el entonces oficialista Hugo Moyano y con el superintendente de Servicios de Salud, Héctor Cappaciolli. Como correlato de las denuncias, fue preso el dirigente sindical Juan José Zanola. Sus adversarios la cuestionan por el manejo de las crisis del dengue y de la Gripe A, que llevaron a la población a agotar la provisión de barbijos y alcohol en gel. También fue cuestionada por el atraso en la entrega de anticonceptivos.

En el libro de Sandra Russo La presidenta, CFK mencionó a Ocaña como uno de los “errores de su gestión” junto con Martín Lousteau. “Yo me hago cargo de la designaciones pero en los dos casos hubo impericia. El manejo de Ocaña de la crisis de la Gripe A y del dengue fueron… No pueda alguien al frente del Ministerio de Salud que no sea médico. Y ella me lo reconoció. Me pareció muy lúcida cuando se fue, reconoció que yo me equivoqué al designarla y ella al aceptar”, contó CFK. Ocaña renunció el 29 de junio de 2009, el día siguiente de las elecciones legislativas. Fue el final de su relación con CFK y con el kirchnerismo. Pasó de decir que CFK era “una mujer inteligente” a pedir que se tasaran las joyas con las que aparecía en público y se la denunciara si no aparecían en sus declaraciones juradas.

Con el titular del PAMI Luciano Di Cesare también se cruzaron denuncias. Él la denunció por supuesta defraudación por administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública y/o incumplimiento de los deberes de funcionario público, ya que ella declaró haber mantenido 2.500 millones de pesos líquidos sin invertir los fondos excedentes. Ella, en tanto, lo denunció a Di Cesare por supuesto enriquecimiento ilícito y malversación de fondos. El que terminó procesado fue él.

Su salida del kirchnerismo no fue fácil, según rememoró luego Ocaña: “Encontrar trabajo fue muy difícil porque llamaban y pedían que nadie me contratara. No siento que haya ido saltando de un espacio político a otro”, se defendió. Fue una época en la que tuvo conversaciones para volver a trabajar con viejos aliados, como Adrián Pérez. También con Margarita Stolbizer. Hablaba, además, con el peronista Felipe Solá y la radical Silvana Giudici. Ocaña proponía armar un frente progresista en la Ciudad de Buenos Aires que fuera antikirchnerista y antimacrista. De hecho, estuvo cerca de ser la compañera de fórmula de “Pino” Solanas para la jefatura de Gobierno. Finalmente, no pudo. Ella siempre pensó que la había boicoteado Claudio Lozano.

Tuvo una época en la que criticaba al actual presidente Macri sin pelos en la lengua:  “Soy muy crítica de la gestión de Macri en la Ciudad. Es muy mala”.



Era la época en la que Ocaña lo criticaba al actual presidente Macri sin pelos en la lengua: “Hay un jefe de Gobierno que le exige a la Casa Rosada determinados comportamientos que luego él no cumple. Los largos publicitarios de Macri sobre ´Haciendo Buenos Aires´ se le parecen bastante a Fútbol para Todos”, comparaba. “Soy muy crítica de la gestión de Macri en la Ciudad. Es muy mala”, insistía. Se le escuchó decir también: “Macri gobierna con los amigos del Newman y no resuelve los temas importantes. Es un fracaso”.

Pero todavía faltaba para que se sumara al macrismo, primero como aliada luego como candidata. En 2011, Ricardo Alfonsín la convenció de que se integrara a la alianza que había hecho con Francisco De Narváez. Hay un spot, que todavía se puede encontrar en las redes, donde ella apoya al empresario-candidato y dice sobre su infancia: “De chiquita, me gustaba jugar a ser sheriff. No se me escapaba nadie. Hoy me dicen la Hormiguita, pero esta Hormiguita se enfrentó a la mafia de los medicamentos. Hace falta la decisión política que tiene Francisco”. En el spot -de mucha producción como solían ser la campañas financiadas por De Narváez- grabado en tono sepia, se veían imágenes de una niña disfrazada de sheriff y luego de hormiga.

La alianza no duró y Ocaña fundó en 2013 su propio partido, Confianza Pública, en el cual se alió con Daniel Amoroso, el hombre fuerte del Sindicato de Juegos de Azar, con el que luego también se pelearía. Ese año, Ocaña no cerró acuerdos con nadie y logró ser electa con boleta corta de legisladora porteña: se podía ver en los resultados como el electorado armaba el “voto honesto” cortando boleta por Gabriela Michetti, Carrió y Ocaña, aunque las tres iban en listas distintas.

Su paso por la Legislatura comenzó a mostrarla como una aliada del macrismo en las votaciones, aunque en 2015 los enfrentó junto con Martín Lousteau, que le ganó una interna de ECO a Ocaña.

Pero tampoco su alianza con el ex ministro de Economía sería perdurable: el 2016 la encontró cada vez más cerca del PRO y en su faceta más antikirchnerista. Casi llegó a festejar el cierre del Grupo 23, que dejó a 800 familias sin una fuente de ingresos.

Finalmente, llegó el llamado del PRO: Me puse a llorar cuando me llamó María Eugenia. Era algo que no esperaba: la última vez que hablamos me había dicho que los primeros lugares estaban ocupados. Yo le dije que no se hiciera problema por el orden, quería ser parte del equipo. Me emocionó mucho: me dijo que ella y el Presidente me pidieron un esfuerzo extra y dije que sí. Es la primera vez que encabezo una lista”, sostuvo Ocaña. Con el Frepaso, esto no pasaba. En las PASO, los macristas destacaron que fue la mujer más votada del país. Como para generar un contrapeso con Carrió, esa vieja mentora que todavía no la perdona.

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