05.05.2025 / SOBRE LA TRAYECTORIA DE BRUNO STRAGNARO

La importancia del INCAA en producciones como El Eternauta: el peligro del ajuste de Javier Milei

El Eternauta necesita el ecosistema que el INCAA sostiene desde 1968. Sin ese paraguas, la épica de Oesterheld corre el riesgo de quedar atrapada entre algoritmos extranjeros y la melancolía de lo que pudo ser y no fue. Por qué el INCAA fue tan importante para Bruno Stragnaro.





Mientras el discurso libertario insiste en reemplazar el financiamiento público por “mercado puro”, la trayectoria de Bruno Stagnaro muestra que el cine argentino moderno nació y creció gracias al INCAA; recortar su presupuesto es clausurar las condiciones que hicieron posibles Guarisove, Pizza birra faso, Okupas y hoy la esperada adaptación de El Eternauta.



En 1987, con apenas catorce años, Stagnaro integró el elenco de Debajo del mundo. Aquel recorrido juvenil plantó la semilla de un realizador que, siete años después, presentó Guarisove, los olvidados al concurso Historias Breves del INCAA. El corto, estrenado en 1995, expuso a dos pelotones varados en las Islas Malvinas sin saber que la guerra ya había terminado, y reveló un pulso narrativo que el mercado privado todavía ignoraba.

Esa apuesta pública se consolidó con Pizza, birra, faso (1998): el INCAA y la cooperativa Palo y a la Bolsa Cine invirtieron apenas 300 mil dólares en un largometraje que retrató la marginalidad porteña sin golpes bajos ni estereotipos. El filme cosechó Cóndor de Plata, Clarín y premios en Toulouse, Gramado y Mar del Plata, demostrando que el subsidio estatal no es gasto sino inversión cultural de alta rentabilidad simbólica.



Dos décadas después, el instituto volvió a respaldar a Stagnaro en la pantalla chica. Un gallo para Esculapio, producida por Underground, llevó a la televisión abierta el pulso del nuevo cine nacional. Y Okupas, rescatada para plataformas globales, también nació bajo el ala del INCAA, que proveyó recursos técnicos y fondos de fomento cuando el rating aún dictaba la agenda.