Desde el spot donde arengó a los porteños a votar por el vocero Manuel Adorni, la ministra Patricia Bullrich selló su enésimo cambio de camiseta: la ex presidenta del PRO aceptó el convite de Javier Milei y Mauricio Macri para sumarse a La Libertad Avanza. El acuerdo, cocinado en una reunión “secreta”, blanqueó la nueva alianza y refrendó la voracidad de una dirigente que convirtió el pase partidario en estrategia de supervivencia.
Su primera militancia tomó forma en los setenta, cuando la aristocrática heredera del clan Bullrich ingresó a la
Juventud Peronista atraída por la relación de su hermana Julieta con Rodolfo Galimberti. Ese vínculo la empujó a
Montoneros y, más tarde, al exilio en Brasil y España durante la dictadura. Ya en democracia agitó con megáfono el acto del
“Plan de Guerra” de Raúl Alfonsín en 1985 y empapeló la Ciudad con la consigna “Nueve años de dictadura”.
Bullrich ingresó en el
menemismo en 1989 y festejó el histórico triunfo peronista en la Capital al asumir como diputada en 1993. Cuatro años después cortó amarras, fundó
Unión por Todos y recaló en la
Alianza UCR‑Frepaso: primero como secretaria de Política Criminal, luego como ministra de Trabajo, donde impuso el recorte del 13 % a estatales y jubilados antes del colapso de 2001.
Tras quedar cuarta en la elección porteña de 2003 junto a Ricardo López Murphy, se recostó en Elisa Carrió y consiguió volver al Congreso en 2007 con la Coalición Cívica. Desde allí motorizó el Grupo A contra el kirchnerismo, pero ya exploraba el desembarco en el PRO: en 2011 bajó su lista en Vicente López para allanarle la victoria a Jorge Macri y, en adelante, se convirtió en cuadro clave del macrismo.
Como ministra de Seguridad de Mauricio Macri, defendió la “doctrina Chocobar”, las pistolas Taser y el operativo que derivó en las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Tras la derrota de 2019 quedó al frente del
PRO y lanzó su fallida candidatura presidencial.
Hoy festeja un nuevo capítulo: de la mano dura amarilla al anarco‑capitalismo violeta,