El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la extensión por otros 90 días de la tregua arancelaria con China, frenando a último momento un salto de impuestos que habría elevado los gravámenes a tres cifras. “Veremos qué pasa”, dijo el mandatario, al remarcar que “la relación es muy buena con el presidente Xi (Jinping) y conmigo”. La prórroga se comunicó horas antes de que expirara el plazo anterior, previsto para las 00:01 de este martes.
Desde Pekín, el Ministerio de Comercio respondió con una medida espejo, posponiendo también por tres meses la aplicación de aranceles más duros y la incorporación de empresas estadounidenses a sus listas de restricciones. Ambas partes habían pactado en mayo una pausa de 90 días tras negociaciones en Ginebra, y si bien se reunieron nuevamente en Estocolmo en julio, no hubo acuerdo para prolongar el plazo hasta ahora.
El alivio fue inmediato en los mercados asiáticos, que reaccionaron con subas en las acciones y estabilidad en las monedas. El gesto evitó que las tarifas estadounidenses sobre productos chinos escalaran al 145% y que China aplicara gravámenes del 125% sobre bienes de Estados Unidos. Por ahora, Washington mantendrá un arancel del 30% —compuesto por un 10% de tasa base y un 20% vinculado a medidas contra el fentanilo—, mientras que China conservará un 10% sobre sus importaciones estadounidenses.
No obstante, Trump volvió a presionar a Pekín para que incremente sus compras agrícolas. El domingo había instado a que se cuadruplicara la compra de soja, aunque el lunes no repitió la exigencia. “Toda la razón para la pausa de 90 días en primer lugar fue sentar las bases para negociaciones más amplias”, explicó Kelly Ann Shaw, exfuncionaria de la Casa Blanca, que advirtió: “No sería una negociación al estilo Trump si no fuera hasta el final”.
En la misma línea, Ryan Majerus, exfuncionario de comercio y actual abogado, celebró la decisión: “Sin duda, esto rebajará la ansiedad de ambas partes mientras continúan las conversaciones… la extensión les da más tiempo para tratar de resolver algunas de las preocupaciones comerciales de larga data”. Sin embargo, persisten tensiones: Washington insiste en que Pekín deje de comprar petróleo ruso, con la amenaza de imponer aranceles secundarios si no hay cambios.
Mientras tanto, en las calles de la capital china, la tregua se percibe como un respiro temporal. “No creo que ni China ni Estados Unidos quieran ver que su relación siga deteriorándose… pero el juego y la confrontación pueden no haber terminado aún”, advirtió Wang Mingyue, un ingeniero en robótica de 39 años. Las próximas semanas dirán si la distensión abre paso a un acuerdo real o si se trata de una prórroga destinada a postergar un nuevo choque comercial.