El giro del mercado fue inmediato: lo que empezaba en calma terminó en rojo intenso, con ADRs desplomándose y bonos en dólares retrocediendo hasta 10%. El mensaje de la Casa Blanca, lejos de aportar certidumbre, encendió alarmas: la “generosidad” de Washington quedó atada a un resultado electoral, un condicional político que los operadores leyeron como riesgo institucional y prima de inestabilidad.
La frase de Trump —“si pierde (LLA), no seremos generosos”— desnudó el carácter partidizado del supuesto salvataje financiero. En vez de reglas claras, cronograma y detalles técnicos, el auxilio quedó presentado como premio o castigo según las urnas. El mercado, que vive de previsibilidad, respondió con ventas masivas, ampliación de spreads y una señal inequívoca: el “storytelling” no reemplaza al ancla macro.
En la práctica, el derrumbe refleja lo que los números venían insinuando: no hay blindaje posible cuando la política cambia el libreto cada conferencia y convierte la relación bilateral en pieza de propaganda. La intervención externa, sin institucionalidad y con calendario electoral encima, deriva en volatilidad y fuga a la calidad.