La visita, confirmada por fuentes de Presidencia, consolida un eje regional que mira a Washington. Milei y Noboa compartieron incluso la investidura de Donald Trump el 20 de enero en Washington, donde —junto a Nayib Bukele— integraron el pequeño grupo de mandatarios latinoamericanos presentes y hasta compartieron fila en una ceremonia religiosa previa.
Noboa ya estuvo en Buenos Aires el día de la asunción de Milei, donde participó del acto en el Congreso y del saludo a simpatizantes en las afueras. Aquel 10 de diciembre compartieron protocolo regional con Gabriel Boric (Chile), Luis Lacalle Pou (Uruguay) y Santiago Peña (Paraguay), en otra postal del reordenamiento político que el mileísmo busca capitalizar.
El vínculo con Estados Unidos no queda en el plano simbólico. Noboa busca respaldo en su ofensiva contra el narcotráfico, mientras que para Milei el guiño estadounidense se traduce en apoyo en las negociaciones con el FMI. En paralelo, ambos gobiernos trabajan afinados en política arancelaria: ya mantuvieron contactos con funcionarios estadounidenses para impulsar baja de aranceles, y desde Buenos Aires miran con simpatía que Noboa llegue a aplicar sanciones comerciales a México si no acepta negociar un TLC.
En lo discursivo, las coincidencias también son evidentes. Milei instala “la casta” como eje de su narrativa y Noboa machaca contra “la vieja política”. Por ahora, en Balcarce 50 no adelantan si la agenda incluirá pedidos concretos; el rosario de gestos a la Casa Blanca convive con una economía en ajuste y con tensiones institucionales que exigen resultados más allá de la foto.