07.09.2018 / OPINIÓN

Brasil, la campaña del odio

Cómo se posiciona el militarista Jair Bolsonaro, ante la imposibilidad de Lula de competir pese a contar con 40 puntos de intención de voto.

por Ayelén Oliva



Cuándo la confianza en la política se rompe empieza a jugar la violencia. A la imposibilidad de Lula a competir —a pesar de su 40 puntos en intención de voto— se le suma la creciente violencia política que vive Brasil. En lo que va del año, dos casos llamaron la atención. Por un lado, los disparos que recibió la caravana del ex presidente Lula en su recorrido por sur del país a en marzo. Por el otro, el asesinato de la activista Marielle Franco como consecuencia de los nueve tiros que recibió su auto cuando salía de un encuentro político en Río de Janeiro. El propio presidente Michel Temer llegó a definirlo como un "atentado a la democracia".

En ese contexto, no resulta extraño que el último sondeo de intención de voto lo lidere Según ultimo sondeo de intención voto publicado el miércoles pasado por Ibope —primera encuesta sin la figura de Lula como candidato— Bolsonaro crece hasta alcanzar el 22 por ciento en intención de voto. La formula del PT, sin el ex presidente en la boleta y con Fernando Haddad como presidente, hasta el momento, desciende al 6 por ciento. Si bien la segunda y tercera fuerza, la ecologista y ex ministra Marina Silva y el candidato Ciro Gomes, ganan unos puntos de no existir la opción de votar por Lula, lo cierto es que todavía quedan muy por debajo del diputado de ultraderecha.

Brasil alcanzó este año su record histórico en la tasa de homicidios. Superó las 30 víctimas por cada 100.000 habitantes, según un informe publicado por Instituto de Investigación Económica Aplicada. Pero estas cifras no se limitan al ámbito de los delitos comunes sino que también llegaron a la política.

El caso de Marielle como el ataque con cuchillo que recibió Bolsonaro el día de ayer dan cuenta que la ola de violencia política no sólo no se detiene sino que no para de crecer. Por ahora, el Tribunal Superior Electoral —organismo encargado de revelar estos datos— no ha hecho público la actualización del informe de los últimos dos años.

La puñalada que recibió Jair Bolsonaro en el abdomen, durante un acto de campaña en Minas Girais, marca el pulso político de unas elecciones donde el nivel de violencia debilita aún más la legitimidad. Bolsonaro construye su perfil político desde un discurso del odio que como un boomerang le vuelve en forma de estocada. El candidato quedó atrapado en su propia trampa.

La violencia política tiene un motor ideológico. En este caso, sacar de carrera a Bolsonaro. Sin embargo, los efectos que pueda llegar a genera una acción violenta no siempre son los esperados por aquel que utiliza a la violencia como herramienta para alcanzar algún fin.

El ataque a Bolsonaro posiblemente termine por beneficiarlo. Por medio del discurso del miedo, podrá conseguir unos puntos más que le garanticen el ingreso cómodo a una segunda vuelta. Lo que queda es confiar en ese techo bajo que tiene la candidatura del ex militar, donde también encabeza la lista de candidatos con el porcentaje más alto de electores que jamás votarían por él. En treinta días Brasil elige a su próximo presidente. El ataque a Bolsonaro demuestra que la violencia puede resultar un instrumento del poder pero termina siendo, a su vez, una expresión misma de su debilidad.