09.04.2019 / Análisis

En la vida hay que elegir

La intención de este ensayo es la de encontrar algunos patrones de lo ocurrido hasta ahora en el calendario electoral para detectar las estrategias que tomaron los gobiernos provinciales. Específicamente, ¿Qué pasó en las últimas PASO celebradas en Chubut y las generales en Neuquén y Río Negro?

por Franco Galeano




"En la vida hay que elegir" fue el slogan utilizado por el kirchnerismo bonaerense para las elecciones de 2013, elecciones donde resultó vencedor el fundador de la fallida ancha avenida del medio, Sergio Tomás Massa.

Retomando ese slogan, si hablamos de elegir, hay que poner el foco en la decisión  de la mayoría de los gobernadores del país de desdoblar el juego político. Es decir, organizar comicios provinciales en fechas diferentes a las nacionales por el riesgo de no obtener resultados deseados.

Fruto de estas decisiones es que se puede advertir un pequeño, pero para nada despreciable, florecimiento de los partidos políticos provinciales. La decisión estratégica de diferenciar los calendarios provinciales de los nacionales fue tomada en base a experiencias del pasado reciente: las elecciones de 2015 y 2017 que provocaron significativos cambios en el sistema político.

Empecemos por 2015: la victoria de Cambiemos fue, para muchos, inesperada. Tan inesperada había sido que meses antes de la elección el dilema era entre Scioli y Massa, ambos dirigentes peronistas. Esa derrota por estrecho margen descolocó la organización del Frente para la Victoria y fragmentó la coalición que había gobernado el país durante doce años. Uno de los primeros en abandonar ese barco fue el salteño Juan Manuel Urtubey, seguido por otros gobernadores que empezaron a denominarse parte del peronismo racional.

Es en ese contexto de desunión del peronismo que comenzó la gestión de Mauricio Macri, con magros resultados en lo económico y con un fuerte aparato comunicacional que responsabilizó y responsabiliza a la “herencia”. El objetivo de esto no es, solamente, no asumir responsabilidades sino también elegir un rival político.

La elección en donde Cambiemos rivalizó claramente con el kirchnerismo fue en el 2017, en donde el aparato oficialista forzó a Cristina Fernández a presentarse como candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires y condicionó el juego político en el resto de los distritos. La grieta se comió a aquellos partidos que buscaron ir por una opción alternativa, esa es la ancha avenida del medio nunca apareció.

El resultado ya lo conocemos, una gran polarización a nivel nacional que terminó llevándose puesto a más de un oficialismo provincial que decidió no apoyar a Cambiemos o a Unidad Ciudadana. El caso de Río Negro es uno de los más emblemáticos: Weretilneck retiró su lista de candidatos a diputados nacionales luego de una PASO donde obtuvo menos de 20 puntos.

La indecisión de los gobernadores de no tomar partido en este juego polarizado es en cierto sentido lógica. Por un lado, sumarse a la alianza Cambiemos implica ponerse al hombro la mochila de la mala situación económica (indeseable para una elección), y por otro lado sumarse al kirchnerismo tampoco es negocio. Entre otras cosas, te enfrenta al gobierno nacional a la hora de pedir recursos y eso afecta la gestión (como en Santa Cruz). Como dijo Alberto Fernández: “con Cristina no alcanza (pero sin ella no se puede)”, y por el momento no se observa una consolidación de una alianza entre peronistas y kirchneristas. La tercera alternativa, la de integrarse a un gran frente nacional, no termina de convencer luego de los resultados de 2015 y 2017.

Esta opción seduce a los mandatarios por varios motivos: el primero es el gran margen de maniobra que esa acción otorga, ya que permite actuar con mayor pragmatismo a nivel nacional. Ese pragmatismo, además, te da la posibilidad de apoyar al gobierno en algunas iniciativas, ser neutral en otras y oponerse, de acuerdo a la conveniencia del momento. En segundo lugar, apelar a identidades provinciales permite salir, por un momento, del escenario polarizado, aunque para eso es necesario desdoblar elecciones. Por eso no es una mera casualidad que este sea el año con más elecciones a gobernador desdobladas desde 2003 (donde sólo 2 provincias no desdoblaron). Para Cambiemos esa opción, la de los partidos provinciales, es preferible antes que el triunfo del kirchnerismo.

Tanto Chubut Somos Todos como Juntos Somos Río Negro se perfilan a convertirse en partidos exclusivamente provinciales, si no es que ya lo son. Lo acontecido en Río Negro puede iluminar un poco este argumento: "Acá no ganó Macri ni perdió Cristina", dijo el actual vicegobernador. En la misma sintonía, el gobernador Weretilneck anticipó que no apoyarán ninguna candidatura presidencial.

Es así como la ausencia de una alternativa al kirchnerismo y al macrismo provocó el florecimiento de alianzas provinciales como la de Río Negro. Posiblemente sea el momento de los partidos provinciales y/o del fortalecimiento de los preexistentes en otras latitudes del país.Ni lentos ni perezosos, los gobernadores han empezado a jugar el juego de tronos.