08.05.2019 / Opinión

Un año en el Fondo

El 8 de mayo de 2018, Mauricio Macri anunciaba que la Argentina volvía a endeudarse con el FMI. Un año después llega una misión para auditar las cuentas públicas.

por Estefanía Pozzo




Hace 365 días, con mucha demora y un mensaje grabado, la Argentina arrancaba el día escuchando esto:

El problema que tenemos es que somos de los países del mundo que más dependemos del financiamiento externo, producto del enorme gasto público que heredamos y que estamos ordenando. Frente a esta nueva situación, y de manera preventiva, he decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional, para que nos otorgue una línea de apoyo financiero. Hace minutos hablé con Christine Lagarde, su directora, y me confirmó que vamos a arrancar hoy mismo a trabajar en un acuerdo. Esto nos va a permitir fortalecer este programa de crecimiento y desarrollo, dándonos un mayor respaldo para enfrentar este nuevo escenario global y evitar crisis como las que hemos tenido en nuestra historia. Esta decisión la tomé pensando en el mejor interés de todos los argentinos, no mintiéndoles como tantas veces nos han hecho.

Mauricio Macri, desde el Salón Blanco de la Casa Rosada, anunciaba que la Argentina volvía a recurrir al Fondo Monetario Internacional después de 13 años de haber cancelado, en un solo pago, la última deuda que el país tenía con el organismo. El 3 de enero de 2006, y por orden de Néstor Kirchner, el Banco Central había transferido una última cuota de u$s 9800 millones. El entonces presidente aseguró de esta manera se lograba “construir independencia”.

La decisión de recurrir nuevamente al Fondo se tomó a menos de dos semanas de iniciada la primera corrida cambiaria que sufrió la Argentina en 2018. Según contó Carlos Burgueño en Ámbito Financiero, un pedido de compra de u$s 800 millones conmovió al Banco Central el 25 de abril: provenía del banco JPMorgan, uno de los jugadores principales en la bicicleta de las Lebac, la inversión estrella de la gestión de Federico Sturzenegger. Por lo visto, en el capitalismo, los amigos no son los amigos.

El anuncio con el detalle del acuerdo llegó el 7 de junio y estuvo a cargo de Sturzenegger y Nicolás Dujovne. Una semana después, el Banco Central quedaría a cargo de Luis Caputo, quien a su vez duró poco más de tres meses en la presidencia de la entidad. El primer acuerdo por 50.000 millones de dólares fue reformulado en un nuevo acuerdo (histórico) por 57.000 millones de dólares y fue anunciado por Macri antes de haber sido cerrado con el Fondo. Con este refuerzo se buscaba despejar las dudas que generaba el programa financiero 2019 y permitía a Macri llegar a una reelección con los fondos asegurados. PERO, Argentina es Argentina.

Abril llegó con la confirmación de un dato de inflación peor al esperado y, en medio de una fuerte crisis económica que el Gobierno se esforzaba en anunciar superada, volvió a subir el dólar. Y entonces el FMI permitió a la Argentina hacer algo que es el pecado capital del organismo: vender las reservas que fueran necesarias para mantener el dólar a raya.

Ahora, además del repaso cronológico, vamos a los números. Según cálculos de la periodista María Iglesia, entre 2018 y 2019 el gobierno de Cambiemos recibirá el 88% del monto total del acuerdo. La lectura política es directa: el FMI es el primer aportante, Christine Lagarde la jefa de campaña y con estos últimos cambios le sumaron la militancia activa para la reelección de Mauricio Macri. Pero no es solo una opinión, la misma titular del FMI les advirtió desde Washington a los presidenciables que “ahora que se ha hecho tanto esfuerzo en un programa en el que la protección social siempre ha sido una de nuestras prioridades clave, sería una tontería por parte de cualquier candidato darle la espalda al trabajo que se está haciendo”.

Hay un último dato interesante: entre mayo de 2018 y marzo de 2019, la “formación de activos externos del sector privado no financiero” (el nombre técnico y correcto de lo que popularmente se llama “fuga de capitales”) acumuló un monto de u$s 22.939 millones. Esto quiere decir que esos dólares antes eran pesos y que se fueron al billete verde para refugiar su valor ante las reiteradas devaluaciones. Solo para tomar dimensión, esta fuga significa el 58% del dinero que ya entró del Fondo Monetario.

¿Quieren una última ironía? En el primer aniversario del acuerdo llega una nueva misión del Fondo para auditar las cuentas públicas.