16.08.2019 / Opinión

El día después de mañana

El revés electoral que sufrió el Gobierno dejó descolocado a todo el Gabinete y desató una catarata de medidas y rumores de renuncias.

por Estefanía Pozzo




Desde el lunes la sensación es que nada tiene límites. Ni el dólar, ni la corrida, ni el riesgo país, ni los precios, ni los manotazos de ahogado del Gobierno para recuperar algo del poder que se le escurrió en los 15 puntos de diferencia de las PASO. No se vislumbra esta semana la luz al final del túnel que en algún momento supo prometer la vicepresidenta Gabriela Michetti.

El demoledor resultado de las elecciones generó desorientación en los primeros días de la semana. Un Macri desencajado culpó al kirchnerismo del descalabro de la economía (como siempre) y un Pichetto nervioso alertó que si se volvía a votar lo mismo, las consecuencias estaban a la vista. Macri después pidió perdón porque no había dormido y estaba triste. Pichetto no dijo nada.

El germen de lo que pasó esta semana está en la estrategia de polarización y en el fogoneo de la campaña de miedo por parte del oficialismo. Se construyó al kirchnerismo como el enemigo a vencer y además se lo acusó de marxista, comunista y de convertir al país en Venezuela. Podríamos decirle al equipo de campaña del Gobierno: siembra vientos y cosecharás tempestades.

La escalada del dólar derivó en una situación tan crítica que la única garantía que calmó un poco al sector financiero fue un encuentro que terminó siendo una doble determinación del espacio político tanto del presidente como de Alberto Fernández. Para Macri, la llamada significó el reconocimiento de que solo no llega. Y para Alberto Fernández, el examen de los fundamentos económicos de lo que se viene.

Si Carlos Melconian había llamado “plan perdurar” al “gradualismo” implementado por la administración nacional al inicio de su gestión, la catarata imparable de medidas anunciadas para paliar algo del impacto de la suba del 30% del dólar podría llamarse “plan llegar”. ¿Llegar a dónde? Como mínimo, a las elecciones. La fecha de caducidad del paquete de beneficios también da una pista. La mayoría se extiende hasta octubre y solo algunos llegan a diciembre.

No quiero ser autorreferencial, pero en abril desde esta misma columna citamos un párrafo del informe del FMI, en el que hacían su proyección sobre las elecciones. Decía así:

Hay importantes riesgos a la baja por delante. Las elecciones nacionales de octubre representan el mayor riesgo visible a corto plazo. Los candidatos presidenciales se anunciarán en junio, a partir del inicio de las carreras electorales y el sondeo de intenciones de voto. Esto podría aumentar la ansiedad del mercado, potencialmente alimentando una  dolarización mayor a la esperada y salidas de capital que, a su vez, debilitarían el peso y crearían preocupaciones renovadas sobre la dinámica de la deuda y las fuentes de financiamiento presupuestario. Una recesión más profunda que la esperada, o una incapacidad para reducir la inflación, podría debilitar el apoyo público al programa de ajuste y catalizaría la oposición a las políticas monetarias y fiscales que lo sustentan. Este sentimiento podría, a su vez, influir en las dinámicas electorales. Finalmente, el empeoramiento del sentimiento global hacia los mercados emergentes podría reforzar las presiones del mercado.


    Seis días después de difundir ese informe, la ex titular del Fondo Christine Lagarde dijo desde Washington en una conferencia de prensa: “Ahora que se ha hecho tanto esfuerzo en un programa en el que la protección social siempre ha sido una de nuestras prioridades clave, sería una tontería por parte de cualquier candidato darle la espalda al trabajo que se está haciendo”.


  Acá el subtítulo para los posibles candidatos era: lean las advertencias de nuestro último reporte y no se atrevan a desafiar el programa económico que está llevando la actual gestión nacional, porque si llegan a hacer algo diferente se viene una crisis en todos los frentes. 

 
  Un dato importante: además del diálogo entre Fernández y Macri, un intercambio entre Emmanuel Álvares Agis y Luis Caputo tranquilizó a algunos brokers financieros, que no podían creer cómo dos economistas pertenecientes a los dos extremos de “la grieta” podían coincidir en el diagnóstico y algunas posibles salidas a la crisis actual. 

    Lo que viene hacia adelante es preocupante. Si todo sale como las probabilidades matemáticas indican, Alberto Fernández deberá pilotear una nave con poco combustible en las reservas, una serie de medidas de contención que habrán dejado de estar vigentes y un manual de manejo muy intervenido por los capitanes de las finanzas internacionales.