
En el marco de la quinta audiencia del juicio por el crimen de
Lucas González, el joven de 17 años que fue asesinado a tiros por la
policía de la Ciudad de Buenos Aires en noviembre de 2021 en el barrio porteño de Barracas,
el forense que le practicó la autopsia confirmó que el adolescente murió como consecuencia de un disparo de frente en la cabeza y que, cuando aún estaba vivo, le apagaron un cigarrillo en la mano.
Alejandro Rullan Corna, forense de la morgue del Poder Judicial de la Nación, declaró este martes como testigo en el juicio contra 14 efectivos porteños que son juzgados por el crimen y el posterior encubrimiento del hecho.
En concreto, el especialista médico y forense afirmó que el cuerpo de la víctima recibió dos disparos y que el mortal fue realizado de "adelante hacia atrás".
“El cuerpo presentaba tres lesiones: dos producto de proyectiles de arma de fuego y una lesión compatible con una quemadura en una de sus manos”, precisó el forense.
Rullan Corna explicó a los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 25 las especificidades de las tres lesiones que observó en el cuerpo de Lucas.
“La denominada ´Lesión 1´: el proyectil ingresa tres centímetros encima del pabellón auricular y siete centímetros por delante, eso corresponde a la región frontal del lado derecho”, describió mientras señalaba con su dedo índice en su cabeza la ubicación del impacto.
Precisó que la trayectoria que realizó el proyectil fue de
“adelante hacia atrás, de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo”. En cuanto a la segunda lesión, dijo que está "descrita como un surco que produjo una quemadura".
"No ha penetrado el proyectil y no provoca la muerte, sino que afecta piel y tejidos subcutáneos. No pude determinar la trayectoria”, agregó el forense, que señaló que esa lesión fue producida por una segunda bala y que afectó la mejilla del lado derecho. En cuanto a la “Lesión 3″, Rullan Corna la describió como “una lesión circular muy compatible con una quemadura”.
“La lesión es compatible con un objeto circular de 0,5 a 1 centímetro de diámetro. Fue en la mano derecha, en el primer espacio entre el dedo pulgar y el índice”, detalló. Aunque no pudo determinar con qué elemento fue causada la herida, aseguró que es compatible con el diámetro de un cigarrillo.
En ese punto, tanto el fiscal de juicio,
Guillermo De la Fuente, y el abogado querellante,
Gregorio Dalbón, interpelaron a Rullan Corna acerca de precisiones temporales sobre esa lesión, con el objetivo de saber cuándo le hicieron eso a Lucas :
“Es una lesión cercana a la (data) muerte. Es una lesión vital, con el paciente vivo”.
El crimen del jugador de las divisiones inferiores de Barracas Central ocurrió el 17 de noviembre de 2021. Lucas y tres amigos regresaban a bordo de un Volkswagen Suran, cuando los interceptó un automóvil Nissan Tiida, abordado por tres policías de la Brigada 6 de la Comuna 4 de la Policía de la Ciudad.
Ante la violenta y no señalizada situación por parte de los policías porteños, los chicos pensaron que podían ser ladrones e intentaron escapar. De manera delictiva, los policías les dispararon y un balazo impactó en la cabeza de Lucas, quien murió al día siguiente en el Hospital El Cruce de Florencio Varela.
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También prestaron declaración en la jornada, a través de Zoom, el biólogo y especialista en huellas digitales Daniel Corach y el médico genetista Enzo Canónaco.
Ambos ratificaron que analizaron las pruebas de ADN extraídas a los 14 policías de la Ciudad imputados en la causa, tres por el crimen de Lucas y 11 por el encubrimiento del hecho y las torturas contra los tres amigos que lo acompañaban.
Por su parte, Claudia Moreira, subinspectora de la PFA que participó de los primeros peritajes en la esquina de Perdriel y Alvarado, de Barracas, donde mataron a Lucas, declaró que “había aproximadamente alrededor de 150 personas de la Policía de la Ciudad”, que se encontraban “uniformados, de civil y con chalecos de la Brigada”.
“Constantemente querían subir al móvil donde estábamos (con su equipo de trabajo), pero se les pidió que no lo hagan. Nunca había visto tanto personal policial y de civil. Querían saber qué había dicho la doctora (funcionaria judicial), qué había decidido”, enfatizó la agente, que agregó que notó “desesperación” por parte de los policías porteños pero aclaró que nunca le sugirieron qué debía hacer.