La Argentina avanza hacia una campaña triguera histórica en términos productivos, aunque con un impacto acotado sobre el frente externo. El interrogante central no pasa por las toneladas cosechadas sino por la capacidad real del cereal para aportar dólares en un contexto donde cada divisa resulta clave para una economía condicionada por la restricción externa.
Según estimaciones oficiales citadas por el IERAL de la Fundación Mediterránea, la producción de trigo en la campaña 2025/26 rondaría las 26,8 millones de toneladas, el mayor volumen desde que existen registros sistemáticos. El récord se explica principalmente por rindes excepcionales, cercanos a los 40 quintales por hectárea, con una superficie sembrada que se mantiene estable en torno a las 6,8 millones de hectáreas.
El contraste aparece al trasladar ese desempeño físico al plano comercial. Cerca del 65% de la producción se destinaría a la exportación, unas 17,5 millones de toneladas, pero con un precio promedio estimado en torno a los u$s200 por tonelada. De ese modo, el ingreso de divisas por exportaciones de trigo se ubicaría alrededor de los u$s3.500 millones, apenas por encima de la campaña anterior y muy lejos de los máximos históricos medidos en dólares.
La comparación deja al descubierto el problema estructural. Aunque el volumen exportado crece con fuerza, el valor en divisas muestra una mejora marginal debido a precios internacionales deprimidos. El propio informe advierte que el precio medio del trigo argentino se encuentra entre los más bajos del siglo, con una brecha negativa superior al 30% frente al promedio histórico.
El inicio de la campaña comercial confirma esa dinámica. Los embarques se aceleran y alcanzan niveles récord, con una inserción competitiva en mercados internacionales, incluso con envíos excepcionales a China. Sin embargo, la abundancia de oferta global mantiene los precios bajos y licúa el efecto del récord productivo, en un escenario donde el agro sigue siendo la principal fuente genuina de dólares, pero ya no alcanza para compensar las debilidades del modelo económico actual.